"En algún momento de nuestras vidas perdemos la guerra contra el tiempo y sin darnos cuenta nuestra juventud se nos escapa del cuerpo y descarada se toma todo aquello que cuidadosamente nos hemos esforzado por mantener en su lugar. Ya no hay cremas ni pomadas que borren las marcas de tantas risas, penas, lágrimas, trasnoches y enojos de nuestro semblante. Tomamos vitaminas, colágeno, limón, jengibre, vinagre de manzana, miel y omega 3 y cuanta fórmula hechicera y milagrosa se nos ofrezca. Comemos menos para llenarnos de hambre, sudamos cuando hace frío y el sueño se nos va.
Un día nos damos cuenta que no hay tacones cómodos, que no vemos sin anteojos y las raíces de nuestras canas crecen sin piedad. Que nuestra cintura se va ensanchando y nuestras rodillas se van redondeando. Llega un día, que nos cansamos de imitar en el espejo, a aquella joven que fuimos. Nos miramos de frente, y sin culpa por fin aceptamos que hemos vivido más vida de la que nos queda y sentimos lo afortunadas que somos.
Y que bello ha sido cada día. Haberlo vivido y sentido. Haber dado tanto amor, como haberlo recibido. Adquirir la experiencia y aprender de paciencia. Qué importa si pasó el tiempo y perdimos la guerra contra las arrugas. Qué importa si la belleza ya sale del alma. Sí, esa belleza es infinita y llena de amor y perdón. Qué importa si vamos para viejas, si tenemos la vida y cada experiencia nos pinta de sabiduría. Qué honor haber sido y continuar siendo madres, esposas, novias, amantes, hermanas, abuelas y amigas. Qué lindo es seguir adelante con todo lo vivido y aprendido. Aún nos queda mucho amor por vivir."