Liliana Crociati: estudiante de bellas artes y de familia acomodada
Liliana nació en 1944 en el seno de una familia italiana con una buena posición económica. Hija de José Crociati y de María Adriana Ana Balduino, desde chica Liliana gozó de una vida apacible y tranquila. Su padre era, entre otras cosas, un gran pintor, y su hija quiso seguir sus pasos.
Así fue que se anotó en el Instituto de Bellas Artes y, por aquellos días conoció a quien sería el amor de su vida: Juan Szaszak, un ciudadano argentino de origen húngaro.
Juan también provenía de una familia adinerada y tras un tiempo de noviazgo, ambos decidieron dar el siguiente paso y casarse.
Para celebrar su luna de miel, la pareja eligió como destino la bella ciudad de Innsbruck, en Austria.
Sin embargo, las cosas no salieron como lo habían planeado. Un alud arrasó la parte del hotel en que Liliana y Juan empezaban su nueva vida.
A los 26 años, y en uno de los momentos más felices de su vida, la pobre Liliana perdió la vida. La joven murió asfixiada entre la nieve; su marido se salvó milagrosamente. Dicen que, en el mismo momento en el que Liliana Crociati murió, su perro, Sabú, moría también en Buenos Aires. Extraña coincidencia del destino.
Los padres, devastados por la noticia, repatriaron el cuerpo de su hija que, primero estuvo en el Cementerio de la Chacarita. Mientras tanto, una de las bóvedas más llamativas de la Recoleta, era construida para albergar su cuerpo.
La habitación de Liliana Crociati y un poema italiano de despedida.
La madre de Liliana fue la encargada del diseño de la boveda. Ella pidió que reprodujeran el dormitorio de su hija con grandes vidrieras que permitiesen la entrada de mucha luz, en agudo contraste con las otras construcciones existentes en el cementerio.
María Adriana también contrató al escultor Wilfredo Viladrich para que le hiciera una estatua junto a su perro, con su velo de novia y el pelo peinado como a ella le gustaba. A Liliana no le gustaba tener flores en su habitación, por eso las mismas se encuentran en la parte exterior del mausoleo. El interior también está decorado con pinturas hechas por sus compañeros del Instituto de Bellas Artes donde la retratan con su pelo rubio y sus ojos celestes brillando en la eternidad.
Su padre, abatido y sumido en el dolor, escribió un poema en italiano para su hija, el cual mandó a tallar en mármol en el exterior del mausoleo. El mismo reza: “Solo me pregunto por qué te has ido y has dejado destrozado mi corazón. ¿Quién solo te quería por qué? Solo el destino sabe el por qué y me pregunto, ¿Por qué? ¿Por qué no se puede estar sin ti, por qué? Tan linda eras que la naturaleza, envidiosa, te destruyó, ¿Por qué? Solo me pregunto si hay Dios, ¿Por qué se lleva lo que no es suyo? […] Solo sé que siempre sueño contigo- Por todo el amor que siente mi corazón por ti. ¿Por qué? ¿Por qué? Tu papá…
“Mi chiedo solo perché te ne sei andata e hai lasciato il mio cuore in frantumi. Chi voleva solo te perché? Solo il destino sa perché e mi chiedo perché? Perché non si può stare senza di te, perché? Eri così bella che la natura, invidiosa, ti ha distrutto, perché? Mi chiedo solo se esiste un Dio, perché prende ciò che non è suo? […] So solo che ti sogno sempre- Per tutto l'amore che il mio cuore prova per te. Come mai? Come mai? Tuo padre…
La leyenda y el mito de Liliana Crociati
La muerte, tan trágica como repentina y envuelta en un halo de misterio, trajo consigo un sinfín de leyendas e historias. Algunos aseguran que, por las noches, puede escucharse el grito desconsolado de Liliana, entre las almas sin paz que abundan en el Cementerio de la Recoleta.
Otro mito que se agigantó con el paso del tiempo es el que asegura que, si uno se para enfrente de la escultura de Sabú y toca su hocico, puede pedir un deseo, el cual será concedido.
Lo cierto es que, las historias en torno a Liliana se suman a las varias que existen sobre varios personajes de la historia argentina que hoy descansan en el Cementerio de la Recoleta donde, dicen, por las noches, las almas en pena vagan por sus laberínticos pasillos.