Soy , como muchos de Ustedes , de una generación que conoció el sencillo sabor de los bizcochos Canale, acompañando desayunos y meriendas con Toddy o Vascolet.
Pero indispensables cuando estábamos enfermos con anginas, sarampión o dolor de pancita y teníamos que guardar cama. Nuestras abnegadas madres , quienes estaban en casa pendientes de todo, nos ponían invariablemente a dieta ... Pollito hervido con zapallo, manzana asada, agua mineral y los invariables bizcochos con una pincelada de jalea de membrillo, que para la ocasión ... acompañaban un tecito.
Además, de aromatizar nuestros cuartos con los frutos del eucalipto hervidos en agua, creencia popular para desinfectar los ambientes .
Al cabo de algunos días de este tratamiento esmerado, volvíamos renovados, vigorosos y con ganas de regresar a la escuela, después del sofocado aburrimiento , dónde lo único permitido era dibujar y leer ...
Con el paso de los años me pregunto : ¿ Nos curaban los bizcochos ? ¿ O era el aroma de eucaliptos , o la infatigable dedicación de nuestras madres y abuelas que nos contaban hermosas historias familiares para entretenernos ? ... ¿ O la insustituible visita del médico del barrio que pasaba todos los días a vernos y nos revisaba con sus manos recién enjugadas con alcohol ?
A esta altura del recuerdo, creo que fueron todas y cada una de estas cosas...
Sin olvidar, por supuesto, la magia que operaba el gustito de los famosos bizcochos