Y UN DÍA NEVÓ... (EL CIELO PUEDE ESPERAR)
BUENOS AIRES Y EL BLANCO MANTO DE 2007
Nos tomó de sorpresa. Al igual que la feroz granizada del 26 de julio de 2006, los meteorólogos de turno se vieron desbordados y se limitaron a los comentarios; como los periodistas deportivos, que son profetas a posteriori. Mi asombro duró tanto que recién hoy pienso sobre aquel día.
Fue el 9 de Julio, el día de la Independencia; fue en el marco de un invierno de aquellos que la ciudad ya no recordaba por lo crudo. Así de frío fue ese 2007.
El cielo capitalino pudo esperar desde 1918 y lo que grabaron las retinas de niña de mi abuela, se convirtió en una postal a colores de mi adultez de porteño.
Como si Tim Burton nos contagiara de la magia de su joven manos de tijera; la tarde de este día memorable se fue vistiendo de heladas, tiñendo de aguanieve hasta cubrirse con una copiosa e inequívoca nevada que nos transportó a los grandes, a la fascinación de los niños; que nos alejó algunos instantes de las tristezas y miserias; de las incertidumbres, del efímero éxito material, de toda carencia, porque por algunas horas nos apropiamos colectivamente de sonrisas que tornaron en euforia, risas y hasta lágrimas... quizás por un momento se nos ocurrió que todo es posible; quizás siempre fue así y solamente se nos había olvidado.
La noche nos acurrucó con su frío manto de gratuito goce colectivo y la mañana cristalina nos descubrió en una ciudad distinta: blanca de nieve, como allá, en el primer mundo: que la inocencia nos valga ... en todo sentido.
Hoy día, y cada invierno, nos ilusionamos con otro manto redentor, que por un día, nos permita pensar en un borrón y cuenta nueva en el debe de nuestra sociedad.
Sergio Lema.