Comparto con los miembros del grupo, un relato de mi autoría
El legado de un hombre simple.
Para mì, don Basilio, era y fue, solo don Basilio, uno de los tantos inmigrantes eslavos de aquél Berisso(Buenos Aires) de mi juventud. Nunca supe cual era su apellido ni su nacionalidad, tal vez era polaco, bielorruso o ucraniano, vaya uno a saber ...
Como para ir a mi trabajo tenía que pasar frecuentemente frente a su huerta , que daba a la calle y estaba protegida solo por un tejido de alambre grueso y oxidado, comencé a saludarlo y con el tiempo establecimos una cierta relación , alambrado mediante .
Así me fui enterando de que había quedado viudo, que no había tenido hijos y que vivía de su modesta jubilación, obtenida después de haber trabajado más de cuarenta años en el frigorífico Armour.
Con cuanto amor y dedicación sembraba y cultivaba sus vegetales, nunca le faltaban acelgas, lechugas, ajíes y tomates, que siempre compartía con sus vecinos, incluso más de una vez me obsequió con parte del producto de su trabajo . Yo siempre elogiaba y admiraba sinceramente su huerta.
Recuerdo que un día, acercándome un frasquito por sobre el alambrado, me dijo : “Muchacho, tome, si algún día quiere plantar tomates , estas semillas son muy buenas, las traje desde europa, aguantan muy bien el frìo , puede plantarlas en Agosto …
Don Basilio murió al poco tiempo y pienso que exceptuándome a mí, ya muy pocos lo recordarán, donde estaba su huerta, hoy hay una moderna edificación.
Si el tiempo pudiese pensar, creería haber borrado ya, todo vestigio de don Basilio , pero el frasquito que me dio el anciano aquella tarde de verano permaneció en el galpón de mi casa durante varios años sin abrir. Cierto día buscando una herramienta me topé con él y sin muchas esperanzas decidí plantar las semillas, para mi sorpresa germinaron tres y año tras año hasta el día de hoy he venido cosechando y consumiendo los tomates que fueron dando las plantas descendientes de aquellas primeras tres, ya que siempre fui guardando las semillas de los mejores ejemplares para plantarlas al año siguiente.
Si la cosecha es abundante, también, como hacía don Basilio, suelo obsequiar algunos tomates a mis vecinos y amigos. Todos, sin excepción, elogian el sabor incomparable de los mismos : “ tomates con gusto a tomates” me dicen. Nada que ver con los insípidos que se venden actualmente en las verdulerías.
Aquél buen hombre, inmigrante ignoto, a través de su sencillo y lejano gesto de obsequiarme las semillas, aún sigue proporcionándonos a mí, a mis vecinos y amigos, el placer de disfrutar del sabor real de los tomates . Vaya mi humilde homenaje y recuerdo a su paso por la vida y por Berisso.