El nombre complejo tehuelche ha sido usado por investigadores en sentido amplio para agrupar a un conjunto de pueblos amerindios de la Patagonia y la región pampeana. Diversos especialistas, misioneros y viajeros han realizado propuestas para agruparlos teniendo en cuenta la similitud de sus rasgos culturales, su vecindad geográfica y sus idiomas, aunque entre ellos se hablaban idiomas que no estaban emparentados entre sí, y su distribución geográfica era extensa. Según el cronista Antonio Pigafetta de la expedición de Fernando de Magallanes en 1520, este llamó «patagoni» a los indígenas que encontró en la bahía San Julián. En su Historia general y natural de las Indias el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en 1535 explicó que ... nuestros españoles les llaman patagones por sus grandes pies, con lo que está de acuerdo el historiador Francisco López de Gómara en 1552. De esta forma, el primer nombre que usaron los españoles para referirse a los tehuelches fue el de patagones. Sin embargo, algunos investigadores sin bases verificables especularon que Magallanes podría haberse inspirado en el monstruo con cabeza de perro de la novela Primaleón de 1512, llamado «Pathagon».
De acuerdo a la opinión más difundida, la palabra tehuelche proviene del mapudungún chewel che, cuyo significado sería «gente bravía», «gente arisca» o «gente de tierra estéril». Otra versión sugiere que podría derivar del nombre de una de sus parcialidades, los teushen, más la palabra mapuche «che», que significa ‘gente’ o ‘pueblo’.
El término "aonikenk" es una castellanización del nombre que se dan a sí mismos, aonek'enk, "sureño".
La clasificación de los pueblos indígenas que habitaron la región pampeana y la Patagonia es confusa a causa de los distintos términos que se utilizaron para denominar a los grupos poblacionales nativos de esas regiones del sur de Sudamérica. Son varias las causas que dificultan el establecimiento de una clasificación única y acabada. Entre estas circunstancias cabe mencionar la extinción de algunos de estos pueblos, sumado a las vastas extensiones que impidieron que los exploradores españoles que los reconocieron tomaran contacto con todos los grupos o, en otros casos, que las migraciones estacionales que solían practicar recorriendo grandes distancias hicieran que quienes los observaban sobreestimaran el número de individuos de un pueblo o el rango de distribución de un idioma. Conjuntamente con todas estas causas, la irrupción de los mapuches o araucanos desde el oeste transformó profundamente su realidad cultural, mixogenizando y absorbiendo a las etnias de la pampa y centro y norte de la Patagonia, produciendo la araucanización de gran parte de los antiguos habitantes. Finalmente, la posterior Conquista del Desierto llevada a cabo por el Ejército Argentino condujo a la casi extinción de estas comunidades indígenas. A todo este panorama se suma el desacuerdo entre los investigadores.
A fines del siglo XIX los exploradores como Ramón Lista y George Chaworth Musters los llamaron “tsóneka”, “tsónik” o “chonik”. La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que el río Chubut separaba a dos grandes subdivisiones: los «tehuelches meridionales» y «tehuelches septentrionales», y que los primeros se extendían por el sur hasta el estrecho de Magallanes, mientras que los segundos llegaban por el norte hasta los ríos Colorado y Negro. La presencia o no de tehuelches en la región pampeana es motivo de desacuerdo entre los investigadores, que tampoco se han puesto de acuerdo sobre la existencia de una subdivisión separada denominada «pampa», y de cuál es la relación y límites que tenían con los mapuches.
Las diferentes etnias conocidas con el término amplio de «tehuelches» hablaban idiomas cuyo número y relación han sido objeto de opiniones distintas. Para Roberto Lehmann Nitsche las lenguas de la Pampa y la Patagonia se dividían en dos grupos, las lenguas tshon y las lenguas het. La evidencia disponible distingue entre seis lenguas en el complejo tehuelche: las del grupo chon (teushen, aoenek’enk, selknam y haush), el idioma de los gününa küne y el idioma de los querandíes.
La lengua de los aonekkenk parecería más estrechamente relacionada con la de los teushen (tshon centro-oriental), estas a su vez guardan un parentesco más cercano con los idiomas de la isla Grande de Tierra del Fuego (tshon meridional) y algo más distante con el idioma de los gününa küne (tshon septentrional). Escalada consideró que todo el complejo tehuelche tenía un tronco lingüístico común, que denominó ken (‘gente’).
Hasta el siglo XIX se reconocían los siguientes idiomas:
los gününa küne hablaban el gününa yajüch (o günün a'ajech, o puelche, o gününa küne), cuya relación con los demás idiomas del grupo es discutida y a menudo se lo considera una lengua aislada a falta de más información;
los «tshoneka centrales», es decir, los ubicados en la actuales provincias del Neuquén, Río Negro y el norte de la del Chubut (entre los gennakenk al norte y los aonekenk al sur), hablaban el idioma llamado pän-ki-kin (peénkenk).
En la Patagonia central existía asimismo un antiguo idioma de transición entre el penkkenk y el aonekkenk, llamado tehuesh (tewsün, téushenkenk o teushen) y fue paulatinamente suplantado por las voces aonekenk. Sin embargo, gran parte de la actual toponimia de la meseta central conserva aún hoy sus raíces tewsün, como por ejemplo el vocablo «chupat» del cual proviene el nombre de la provincia, Chubut.
Finalmente los aonekken ("gente del sur") hablan el idioma conocido habitualmente como tehuelche o tshoneka o aonekkenk, que constituye el idioma actualmente más estudiado del grupo y el único que continúa siendo usado. Existe un grupo de gente que intenta recuperar su lengua a través del programa "Kkomshkn e wine awkkoi 'a'ien (No me da vergüenza hablar en tehuelche).
Se ocupan de la difusión de la lengua y su cultura a través de la organización kketoshmekot.org.
El puelche es una lengua muerta. Casamiquela da nombre y apellido del último hablante de este idioma: el señor José María Cual, muerto en 1960 a la edad de 90 años. Como en el caso de muchas otras etnias que no desarrollaron una estructura estatal, los tehuelches no poseían un sistema religioso organizado (liturgia y estructura vertical). Sin embargo, como todos los pámpidos, tenían un corpus de creencias basadas en mitos y ritos propios, los cuales eran narrados y actualizados por los chamanes quienes también ejercían la medicina con la ayuda de los espíritus evocados en los mismos.
Los tehuelches creían en diversos espíritus telúricos, además de una deidad suprema creadora del mundo pero que no interviene en él. Una de las versiones cosmogónicas del mito de creación es aquel según el cual la deidad llamada Kóoch ordenó el caos creando los elementos diferenciados. De manera similar, los selknam de Tierra del Fuego narraban un mito análogo según el cual el Creador del mundo, una deidad conocida como Kénos (variante de Kóoch a través de una raíz común), habría enviado a la actual Patagonia, por medio de Temáukel; a El-lal, hijo del gigante Nosjthej, quién creó a los humanos, y les enseñó el uso del arco y las flechas.
En esta cultura se aceptaba la existencia de un espíritu maligno, llamado Gualicho.
En el siglo XXI la mayoría de los tehuelches se consideran cristianos.
Los tehuelches al sur del Río Negro tuvieron como soberana a una mujer: María la Grande. Su sucesor Casimiro Biguá fue el primer jefe tehuelche que realizó tratados con el gobierno argentino. Sus hijos, los caciques Papón y Mulato, terminaron en una reserva al sur de Chile.
Los tehuelches tuvieron que convivir con los inmigrantes galeses que desde la segunda mitad de siglo XIX comenzaron a colonizar Chubut: en general las relaciones fueron armónicas entre ambos pueblos. En 1869 el cacique Biguá reconoció la necesidad de defender a los galeses ante un posible ataque del cacique Calfucurá. El caballo, o más exactamente la yegua, pasó a ser parte principalísima de su dieta, dejando en segundo lugar a los guanacos.
Los selknam de Tierra del Fuego en cambio no dieron en desarrollar un complejo ecuestre comparable. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, algunos grupos aonikkenk fueron raptados y exhibidos contra su voluntad en países como: Bélgica, Suiza, Alemania, Francia o Inglaterra.
La familia de la cual se conocen más datos concretos fue la de un jefe llamado Pitioche, quien fue capturado junto a su mujer e hijo. Parte de estos dramáticos hechos forman parte del libro Zoológicos humanos de Christian Báez y Peter Mason.