OTOÑO SOBRE LA CALLE
A nada me saben éstas lágrimas de seda,
las madrugadas donde llega cansada tu andanza
después que has cubierto todo con tu pecho
y tu sonrisa blanca.
Ya ha colmado la hojarasca los suelos de mi barrio,
son paños que guardan viejas melodías,
pies que han recorrido desde los tobillos
devorando la mies hasta tu boca,
páginas blancas que algún día lo dirán todo
porque todo lo dicho está escrito en tu cuerpo.
Cuando la nada lo sea todo,
habrán de renacer como fugaces quimeras
aquellas colinas que bajo su lejía
guardaran la penumbra de una vida entera.
Y ya nada será el horizonte
ante el diluvio inmerso de tus labios rojos.
Y ya todo serán las cinturas heridas de cardos
cuando las almendras de tu boca
me descubran al implorar clemencia.
Ahí estaré, como hoy, como ayer,
con la voz arraigada al silencio
para hacer alabanza a los otoños,
hasta que llegue otra calle
y marchitas las hojas,
comiencen a deshojar tu nombre.
d/a