Los caprichos del destino eran uno de los temas favoritos de los novelistas de antes. En su mundo de tres tomos, las vidas de las gentes se hallaban, día tras día, a merced de accidentes insignificantes. Toda la existencia de una persona quedaba desbastada porque una carta se extraviaba, o alguien la robaba.
El héroe ascendía de la oscuridad a la riqueza y la fama gracias a un encuentro fortuito con un desconocido en un tren, o porque salvaba a alguien de ahogarse cerca de la costa. Un paso en falso arruinaba una carrera prometedora. Un giro en la rueda de la suerte le resolvía todos los problemas a alguien.
Todo eso es una insensatez. No estamos a merced de accidentes porque no hay accidentes, y las insignificancias sólo tienen efectos insignificantes.
A la larga, uno muestra su carácter, en última instancia, por algún accidente externo no se pierde la meta para la que uno está dispuesto. Un incidente particular puede darle una ventaja temporal, o causarle un agravio o una inconveniencia pasajeros, pero no cambia la historia de su vida.
Un hombre dinámico y emprendedor que atiende bien su negocio triunfará independientemente de si se encuentra con un desconocido servicial en un tren o no, o de si se pierde una carta particular dirigida a él o no.
El extravío de una carta puede privarlo de cierta posición o el encuentro con un desconocido amable e influyente puede acelerar la llegada del éxito a su vida, peor si el hombre tiene las cualidades requeridas para el triunfo, lo alcanzará de cualquier manera . Y si le faltan esas cualidades, ninguna ayuda externa podrá darle el éxito.
La derrota en una batalla no destruye ninguna nación. Cuando una nación tiene escasos recursos naturales y está dividida, no puede sostenerse, pero es esa debilidad estructural la que provoca su caída . Si estuviera unida, bien organizada y armada, podría perder esa batalla pero ganar la guerra.
Su propio carácter eso loq ue lo hace o lo deshace. Esa verdad es aplicable a un individuo, a una nación o a un partido, a una iglesia , o a cualquier institución.
Si usted cree que le faltan ciertas cualidades necesarias, si le parece que a su carácter le falta fortaleza, pídale a Dios que le dé lo que necesita. El se lo dará.
Usted puede incorporar cualquier tributo a su mentalidad, si medita todos los días sobre la cualidad que desea.
Emmet Fox

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