La amistad es un regalo maravilloso que Dios nos dio, es una relación afectuosa caracterizada por su desinterés y reciprocidad, por la lealtad y sinceridad.
La amistad no se la puede comprar, de lo contrario no tendríamos un amigo, si no un aliado, entonces sentiríamos que nuestro espíritu no está fortalecido.
Jesús se hizo nuestro amigo humanizándose y nosotros nos hacemos amigos de Él divinizándonos.
Un amigo nos acompaña en las buenas, disfrutando con nosotros los triunfos, sin egoísmo.
Un amigo está con nosotros en las malas para llorar juntos un fracaso.
Un amigo siempre está con nosotros cuando lo necesitamos, en las alegrías y en las penas, brindándonos un hombro firme para apoyarnos.
Un amigo jamás puede ser hipócrita, porque sería fallarse a sí mismo, consiguiendo de esa manera un lugar en el cementerio, más no en el cielo.
DE LA RED
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