Por tus manos se desliza una fuente, pajizo caudal de hojas y almanaques. Se entretienen, voltean en las palmas, quieren andar en las yemas pulidas de tus dedos y sus tupidos surcos. Aún se ciegan con sueños los sentidos, y un gas azul reinventa tus caricias. Sólo encuentro los hermosos recuerdos en páramos de pedregal y arena. Sólo bochorno y pétalos al sol. Rancios de sal de estatua los espejos miran las cercas del nunca jamás. Quemaduras en la piel a tu gélido tacto. Heridas de alma contra tus aristas. Son blancas en torno a ti las pisadas.
Un jarro vierte gritos de silencio. Mudos, alzados gritos como el mundo. De golpe en mí se desvelan y mana un río de millones de certezas en una sola voz: no es él. No es él. Nicanor Parra
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