Perdonar es necesario, olvidar, un arte
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. 1 Corintios 13: 4, 5
El capítulo 13 de la primera Epístola a los Corintios, el gran capítulo del amor en
la Biblia, es una demostración perfecta de la causa y el efecto del perdón total. La culminación de nuestros versículos para hoy se encuentra al final del versículo 5, que dice: «No guarda rencor». En palabras más sencillas: «No guarda registro». La palabra griega traducida como “guarda” es logizomai, que da la idea de no imponer o imputar nada a los demás.
Esta palabra es sumamente importante para el apóstol Pablo en su doctrina de la justificación por la fe: «Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia» (Rom. 4: 5). La misma palabra aparece en este versículo.
Es interesante cómo trabaja Dios con los seres humanos. Primero, les perdona sus pecados, pero ahí no termina todo. Es tan grande y profunda su misericordia que vuelve a dejar la hoja de registro de cada pecador completamente en blanco. No impone, no hay “logizomai”, no lo recuerda más!!.
Sabemos que Dios es Todopoderoso, y a veces nos parece increíble que pueda olvidar las cosas. Pero es una realidad. Dios, en su amor, decide no recordar más nuestros pecados cuando clamamos por perdón en el nombre de Jesús. Y recordemos que nadie es más olvidadizo que el que no quiere recordar. Puede ser que seamos tan débiles que volvamos a cometer muchas veces el mismo pecado. Pero Dios es tan misericordioso y justo que, cada vez que cometemos el mismo pecado, él lo considera la primera vez, y nos vuelve a perdonar: hasta setenta veces siete, es decir, siempre. No hay límite.
Dios anhela que cada día nos parezcamos más a él. Que seamos semejantes a él en el perdón y en el olvido. Tanto el perdón como el olvido del pecado son dones de Dios. Él anhela que caminemos por este mundo con un espíritu perdonador total. Es decir, que olvidemos el pecado que hemos perdonado. Desea que hagamos lo mismo que él hace con nosotros: ¡Perdonar y olvidar!
Por eso, después del perdón nos ve tan puros como si nunca hubiésemos hecho nada malo. Dios anhela que, además de perdonar, procuremos olvidar las ofensas que nos han hecho. Quiere que veamos a nuestros ofensores como verdaderos amigos que nunca nos han hecho nada. Por eso, perdonar es necesario; y olvidar es un arte. Dios te bendiga.