Ramón se preguntó muchas veces, porqué razón mientras que a su vecino Dios parecía responderle de inmediato, a él se le tardaba. "¿Será acaso que Dios está muy ocupado?", solía repetirse. Incluso, hubo varias ocasiones en que sus interrogantes rayaron en el límite de la desesperación. Sencillamente no sabía qué hacer.
Un amigo le dijo que Dios reclama consagración para responder, otro le dijo que debía pasar muchas horas postrado y otro más le argumentó que el problema radicaba en que no era de tal o cual denominación.
El hombre le daba vueltas al asunto, sin saber qué hacer. Finalmente llegó a una conclusión: la incredulidad que albergaba en su corazón, debía tener alguna relación con el asunto. Pedía a Dios pero más tardaba en levantarse, que en estar pensando si el Señor iría a hacer un milagro. Incluso, en más de una ocasión no podía concebir que eso que parecía imposible, pudiera materializarse.
A Ramón le pareció que había cruzado una frontera enorme. ¡La duda era uno de sus mayores problemas! Todo lo racionalizaba y, por supuesto, las respuestas no se daban oportunamente como quería.
Quizá este sea también uno de los problemas que enfrenta. Cada vez que abre puertas a la incredulidad, se levantan enormes muros que lo separan de los hechos portentosos que rompen toda lógica.
DEJE DE LADO TODA DUDA
¿Ha visto barreras que impiden a las personas avanzar en un camino? Es frecuente. ¿Qué impide recibir respuesta a sus oraciones? Uno de los obstáculos más comunes es la incredulidad. Impide las enormes bendiciones que Dios nos tiene.
Explicando a los creyentes del primer siglo acerca de la importancia de la fe, el autor de la carta a los hebreos en el primer siglo, escribió: "De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad" (Hebreos 11:6, Nueva Traducción Viviente). También el apóstol Santiago escribió: "Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro..." (Santiago 1:6, Nueva Traducción Viviente).