DE LOS TRAUMAS A LA VICTORIA
Rosa jamás podía olvidar las veces en que su madrastra la humilló y le recordó que la "habían recogido" porque su verdadera madre era irresponsable. Le dolía no solo recordar aquellas palabras ofensivas sino también, las agresiones físicas de que fue objeto.
--Esa historia de dolor y tristeza me impedía dar amor y recibir amor—explicó la joven mujer--. Sin embargo, cuando Cristo me ofreció una nueva oportunidad, construí un futuro de esperanza y victoria a partir de ese pasado de angustia y desesperanza--. Hoy ha vuelto a sonreír.
Esta secretaria ejecutiva aconseja a quienes enfrentan, al igual que ella, un ayer de derrota. Explica, con fundamento en su propio testimonio, que es posible salir adelante y obtener la victoria.
Los hechos traumáticos—por el grado de impresión que generan en nuestras emociones y sentimientos—pueden ayudarnos a crecer en todas las áreas de nuestra vida. Es un principio que toma como fundamento en varios pasajes de la Biblia y con la que coinciden varios científicos de la Universidad de Buffalo, en Nueva York. Todo depende del manejo que le demos a los eventos.
"Muchas experiencias que inicialmente resultan dolorosas, pueden convertirse en oportunidades para ser fortalecidos interiormente", asegura el profesor de sicología del establecimiento universitario, Mark Seery, quien realizó el análisis entre 2.398 hombres y mujeres de distintas edades.
Concluyen los especialistas que los golpes de la vida pueden ser benéficos para la salud mental, ya que permite mejorar la adaptabilidad del ser humano ante los problemas en apariencia insolubles y fortalece la capacidad de resistencia ante las nuevas dificultades.
En su criterio, es esencial que veamos el lado bueno de las adversidades y evaluemos cada situación con mucha calma para no tomar decisiones apresuradas. Este manejo de los hechos traumáticos nos vacuna ante futuros eventos que produzcan dolor emocional.
A su turno la escritora y conferencista colombiana, Ayda Luz Valencia, autora del libro "Caminos para sanar", asegura que "El equilibrio depende de cuánto nos conozcamos, cuánto nos permitimos aceptarnos y de cuánto aprendemos a desprendernos de apegos y cosas del pasado. También depende de nuestra capacidad para perdonar y vivir el presente y prepararnos para el futuro. El asunto es que nos condicionamos a lo que diga a lo que dicta la sociedad o lo que nos dictó la familia desde que éramos pequeños. No podemos seguir flagelándonos con el pasado."(Diario colombiano ADN, miércoles 18u de mayo de 2011, página 10)
Si vemos el mundo con un prisma derrotista, atados al ayer, jamás veremos lo hermoso que tiene Dios para nosotros hoy y lo prometedor y alentador que nos ofrece para el mañana.
¡No puedo olvidar!
Alguien a quien brindé orientación en la iglesia, insistía en que resultaba imposible olvidar los hechos que le impactaron. "Quiero seguir adelante, disfrutar la vida, pero inmediatamente aparecen las escenas de situaciones que me causaron dolor".
En nuestras fuerzas no es posible. Si bien es cierto el apóstol Pablo explica "No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos ha llamado por medio de Cristo Jesús" (Filipenses 3:13, 14. Nueva Traducción Viviente), muchas personas reconocen que no resulta fácil dejar atrás los hechos traumáticos.
Pero, ¿debe ser así? En absoluto. El Señor Jesús enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy: "…Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo los haré descansar" (Mateo 11:28, Nueva Traducción Viviente).