EL CASTILLO DE LA VOLUNTAD Y LA OSADIA
Hacia el amanecer del día siguiente, el inverosímil trío llego al ultimo castillo. Era mas alto que los otros y sus muros parecían más gruesos. Confiado de que atravesaría velozmente este castillo, el caballero cruzo el puente levadizo con los animales.
Cuando estaban a medio camino se abrió de golpe la puerta del castillo y un enorme y amenazante dragón, cubierto de relucientes escamas verdes, surgió de su interior, echando fuego por la boca. Espantado, el caballero se paro en seco.
Había visto muchos dragones, pero este no se parecía a ninguno. Era enorme, y las llamas salían no solo de su boca, como sucedía con cualquier dragón común y corriente, sino también de sus ojos y oídos. Y, por si eso fuera poco, las llamas eran azules, lo cual quería decir que este dragón tenia un alto contenido de butano.
El caballero busco su espada, pero su mano no encontró nada. Comenzó a temblar. Con una voz débil e irreconocible, el caballero pidió ayuda a Merlín, mas, para su desesperación, el mago no apareció.
-Por que no viene?- pregunto ansiosamente, al tiempo que esquivaba una llamarada azul del monstruo.
-No lo se- replico Ardilla. -Normalmente se puede contar con el.
Rebecca, sentada sobre el hombro del caballero, ladeo la cabeza y escucho con atención.
-Por lo que he podido captar, Merlín esta en París, en una conferencia de magos.
"No me puede abandonar ahora", se dijo el caballero. "Me prometio que no habría dragones en el sendero de la verdad".
-Se refería a los dragones comunes y corrientes- rugió el monstruo con una voz que hizo temblar los arboles y que por poco hizo caer a Rebecca del hombro del caballero.
La situación parecía seria. Un dragón que podía leer las mentes era definitivamente lo peor que se podía esperar pero, de alguna manera, el caballero logro dejar de temblar. Con la voz mas fuerte y potente que pudo, grito:
-Fuera de mi camino, bombona de butano gigante!
La bestia bufo, lanzando fuego en todas direcciones.
-Caramba, que atrevido el gatito asustado!
El caballero, que no sabia que mas hacer, intentó ganar tiempo.
-Qué haces en el castillo de la voluntad y la osadía?- pregunto.
-Hay algún sitio mejor donde yo pueda vivir? Soy el dragón del miedo y la duda.
El caballero reconoció que el nombre era muy acertado. Miedo y duda era exactamente lo que sentía.
El dragón volvió a vociferar:
-Estoy aquí para acabar con todos los listillos que piensan que pueden derrotar a cualquiera simplemente porque han pasado por el castillo del conocimiento.
Rebecca susurro al oído del caballero:
-Merlín dijo una vez que el conocimiento de uno mismo podía matar al dragón del miedo y la duda.
-Y tú lo crees?- susurro el caballero.
-Si- afirmo Rebecca con firmeza.
-Pues, entonces, encárgate tu de ese lanzallamas verde!- el caballero dio media vuelta y cruzo el puente levadizo corriendo, en retirada.
-Jo jo jo!- rió el dragón, y con su ultimo "jo" por poco quema los pantalones del caballero.
-Os retiráis después de haber llegado tan lejos?- pregunto Ardilla, mientras el caballero se sacudía las chispas de la espalda.
-No lo sé- replico él. -He llegado a habituarme a ciertos lujos, como vivir.
Sam intervino.
-Cómo te soportas si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento que tienes de ti mismo?
-Tú también crees que el conocimiento de uno mismo puede matar al dragón del miedo y la duda?- pregunto el caballero.
-Por supuesto. El conocimiento de uno mismo es la verdad y ya sabes lo que dicen: "la verdad es más poderosa que la espada".
-Ya sé que eso es lo que se dice, pero... hay alguien que lo haya probado y haya sobrevivido?- pregunto sutilmente el caballero.
Tan pronto como acabo de pronunciar estas palabras, el caballero recordó que no necesitaba probar nada. Era bueno, generoso y amoroso. Por lo tanto, no debía sentir miedo ni dudas. El dragón no era mas que una ilusión.
El caballero dirigió la mirada a través del puente hacia donde se encontraba el monstruo lanzando fuego hacia unos arbustos, por lo visto para no perder la practica. Con el pensamiento en la mente de que el dragón solo existía si el creía que existía, el caballero inspiro profundamente y, con lentitud, volvió a atravesar el puente levadizo.
El dragón, por supuesto, fue a su encuentro, bufando y echando fuego. Esta vez, sin embargo, el caballero siguió adelante. Pero el coraje del caballero no tardo en comenzar a derretirse, al igual que su barba, con el calor de las llamaradas del dragón. Con un grito de temor y angustia, dio media vuelta y salió corriendo.
El dragón dejo escapar una poderosa carcajada y disparo un chorro de fuego contra el caballero en retirada. Con un aullido de dolor, el caballero atravesó el puente como una bala, con Rebecca y Ardilla tras él. Al divisar un pequeño arroyo, sumergió rápidamente su chamuscado trasero en el agua fresca, sofocando las llamas en el acto.
Ardilla y Rebecca intentaban consolarlo desde la orilla.
-Habéis sido muy valiente- dijo Ardilla.
-No esta mal por tratarse del primer intento- añadió Rebecca.
Sorprendido, el caballero la miro desde donde estaba.
-Cómo que el primer intento?
Ardilla le respondió con toda naturalidad:
-Tendréis mas suerte la segunda vez.
El caballero respondió enfadado:
-Tú iras la segunda vez.
-Recordad que el dragón es solo una ilusión- dijo Rebecca.
-Y el fuego que sale de su boca? Eso también es una ilusión?
-En efecto- respondió Rebecca. -El fuego también era una ilusión.
-Entonces, como es que estoy sentado en este arroyo con el trasero quemado?- exigió el caballero.
-Porque vos mismo hicisteis que el fuego fuera real al creer que el dragón era real- explico Rebecca.
-Si creéis que el dragón del miedo y la duda es real, le dais el poder de quemas vuestro trasero o cualquier otra cosa- dijo Ardilla.
-Tienes razón- corroboro Sam. -Debes regresar y enfrentarte al dragón de una vez por todas.
El caballero se sintió acorralado. Eran tres contra uno. O, mejor dicho, dos y medio contra uno; la mitad Sam del caballero estaba de acuerdo con Ardilla y Rebecca, mientras que la otra mitad quería permanecer en el arroyo.
Mientras el caballero luchaba contra un coraje que flaqueaba, oyó a Sam decir:
-Dios le dio coraje al hombre. El hombre le da coraje a Dios.
-Estoy harto de intentar comprender el significado de las cosas. Prefiero quedarme sentado en el arroyo y descansar.
-Mira- lo animó Sam, -si te enfrentas al dragón, hay una posibilidad de que lo elimines, pero si no te enfrentas a el, es seguro que el te destruirá.
-Las decisiones son fáciles cuando solo hay una alternativa- dijo el caballero. Se puso en pie de mala gana, inspiro profundamente y cruzo el puente levadizo una vez más.
El dragón le miro incrédulo. Era un tipo verdaderamente terco.
-Otra vez?- bufo. -Bueno, esta vez si que te pienso quemar.
Pero esta vez el caballero que marchaba hacia el dragón era otro; uno que cantaba una y otra vez: "el miedo y la duda son ilusiones".
El dragón lanzo gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por mas que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.
A medida que el caballero se iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que alcanzo el tamaño de una rana. Una vez extinguida su llama, el dragón comenzó a lanzar semillas. Estas semillas -las semillas de la duda- tampoco lograron detener al caballero. El dragón se iba haciendo aun más pequeño a medida que continuaba avanzando con determinación.
-He vencido!- exclamo el caballero victorioso.
El dragón apenas podía hablar.
-Quizás esta vez, pero regresare una y otra vez para bloquear tu camino.
Dicho esto, desapareció con una explosión de humo azul.
-Regresa siempre que quieras- le grito el caballero. -Cada vez que lo hagas, yo seré mas fuerte y tu más débil.
Rebecca voló y aterrizo en el hombro del caballero.
-Lo veis, yo tenia razón. El conocimiento de uno mismo puede matar al dragón del miedo y la duda.
-Si realmente creías que era asi, por que no me acompañaste cuando me acerque al dragón?- pregunto el caballero, que ya no se sentía inferior a su amiga emplumada.
Rebecca mullio sus plumas.
No quería interferir. Era vuestro viaje.
Divertido, el caballero estiro el brazo para abrir la puerta del castillo, pero, el castillo de la voluntad y la osadía había desaparecido!
Sam le explico:
-No tienes que aprender sobre la voluntad y la osadía porque acabas de demostrar que ya las posees.
El caballero echo la cabeza hacia atrás, riendo de pura alegría. Podía ver la cima de la montaña. El sendero parecía aun mas empinado que antes, pero no importaba.
Sabia que ya nada le podía detener.