LA CIMA DE LA VERDAD
Centímetro a centímetro, palmo a palmo, el caballero escalo, con los dedos ensangrentados por tener que aferrarse a las afiladas rocas. Cuando ya casi había llegado a la cima, se encontró con un canto rodado que bloqueaba su camino. Como siempre, había una inscripción sobre él:
"Aunque este universo poseo, nada poseo,
pues no puedo conocer lo desconocido
si me aferro a lo conocido"
El caballero se sentía demasiado para superar el ultimo obstáculo. Parecía imposible descifrar la inscripción y estar colgado de la pared de la montaña al mismo tiempo, pero sabia que debía intentarlo.
Ardilla y Rebecca se sintieron tentadas de ayudarle, pero se contuvieron, pues sabían que la ayuda puede debilitar a un ser humano.
El caballero inspiro profundamente, lo que le aclaro un poco la mente. Leyó la ultima parte de la inscripción en voz alta: "pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido".
El caballero reflexiono sobre algunas de las cosas "conocidas" a las que se había aferrado durante toda su vida. Estaba su identidad -quién creía que era y que no era-. Estaban sus creencias -aquello que pensaba que era verdad y lo que consideraba falso-. Y estaban sus juicios -las cosas que tenia por buenas y aquellas que consideraba malas.
El caballero observo la roca y un pensamiento terrible cruzo por su mente: también conocía la roca a la cual se aferraba para seguir con vida. Quería decir la inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido?
-Lo has cogido, caballero- dijo Sam-. Tienes que soltarte.
-Qué intentas hacer, matarnos a los dos?- grito el caballero.
-De hecho, ya estamos muriendo ahora mismo- dijo Sam. -Mírate. Estas tan delgado que podrías deslizarte por debajo de una puerta, y estas lleno de estrés y miedo.
-No estoy tan asustado como antes- dijo el caballero.
-En ese caso, déjate ir y confía- dijo Sam.
-Que confíe en quien?- replico el caballero enfadado. Estaba harto de la filosofía de Sam.
-No es un quien- respondió Sam. -No es un quien sino un que!
-Un que?- pregunto el caballero.
-Si- dijo Sam. -La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo.
El caballero miro por encima de su hombro y vio el abismo aparentemente infinito que había debajo de el.
-Déjate ir- le susurro Sam con urgencia.
El caballero no parecía tener alternativa. Perdía fuerza con cada segundo que pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraba a la roca. Pensando que moriría, se dejo ir y se precipito al abismo, a la profundidad infinita de sus recuerdos.
Recordó todas las cosas de su vida de las que había culpado a su madre, a su padre, a sus profesores, a su mujer, a su hijo, a sus amigos y a todos los demás. A medida que caía en el vacío, fue desprendiéndose de todos los juicios que había hecho contra ellos.
Fue cayendo cada vez mas rápidamente, vertiginosamente, mientras su mente descendía hacia su corazón. Luego, por primera vez en su vida, contemplo su vida con claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, acepto toda la responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenia sobre ella, y por los acontecimientos que le habían dado forma.
A partir de ese momento, fuera de si mismo, nunca mas culparía a nada ni a nadie de todos lo errores y desgracias. El reconocimiento de que el era la causa, no el efecto, le dio una nueva sensación de poder. Ya no tenia miedo.
Le sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió: empezó a caer hacia arriba!. Si, parecía imposible, pero caía hacia arriba, surgiendo del abismo! Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo mas profundo de el, con el centro de la Tierra. Continuo cayendo hacia arriba, sabiendo que estaba unido al cielo y a la Tierra.
Repentinamente, dejo de caer y se encontró de pie en la cima de la montaña y comprendió el significado de la roca. Había soltado todo aquello que había temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser experimentado y disfrutado.
El caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el encantamiento de ver, oír y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido había entumecido sus sentidos, pero ahora podía experimentar todo con una claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón rebosaba de amor: por si mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por Ardilla y por Rebecca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.
Rebecca y Ardilla observaron al caballero ponerse de rodillas, con lagrimas de gratitud surgiendo de sus ojos.
"Casi muero por todas las lagrimas que no derrame", penso. Las lagrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura.
El caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en todas direcciones nunca más. Nunca mas vería la gente el brillante reflejo del acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el este.
Sonrió a través de sus lagrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de el; una luz mucho mas brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz destellante como un arroyo, resplandeciente como la Luna, deslumbrante como el Sol.
Por que el caballero era el arroyo. Era la Luna. Era el Sol. Podía ser todas esas cosas a la vez, y más, porque era uno con el universo.
Era amor.
MELODY