Enséñame, Señor, a desnudarme de mí misma.
Vivir en Cristo y para Cristo, siempre,
dulce llama de amor, potente llama
donde me queme sin pausa y sin medida,
que derrame a torrentes caridad, humildad,
cautiva de Tu amor ¡oh pura esencia!
innominado aroma, poderosa hoguera
donde la luz no acaba en su grandeza
infinita en el tiempo, en el espacio plena.
Enséñame, Señor, a curar las heridas
del hermano que sufre, del más pobre,
las de aquel que padece más torturas.
Dame a beber, Señor
la caridad a grandes sorbos
ilimitada, pura, tan gozosa que no me canse
de la Cruz
que envías a quienes amas.
No me niegues, Señor, ese bálsamo quemante,
que aligera los pasos por el mundo.
Quiero derramarme íntegramente
por los caminos que sabiamente me señales.
Entrégame humildad, te lo suplico.
Quiero ser pequeña, pequeñita, ínfima sombra
para envolver con mística dulzura
a quien lo necesite.
No valgo ni el polvo en el que piso,
pero Tú, Mi Señor, que puedes todo
convertirás al sucio polvo del que fui formada
en polvo iluminado.
Necesito, Señor, que Tú conviertas
mi pobre corazón en Tu morada.
Y por favor, mi Dios, no salgas de ella
porque puedo perderme en los caminos.