Valores en la familia

Desgraciadamente, hablo de mi país, Argentina: hace bastante tiempo, se han perdido en la mayoría de las familias (no quiero generalizar) muchos valores importantes que, antiguamente, se impartían en ellas. Yo, como docente, he observado cómo paulatinamente, a través del tiempo, los niños ya no fueron los de antes: hablo de su forma de actuar, de dirigirse a sus mayores, de su vocabulario plagado de malas palabras, sin importarle que, al lado de ellos, se encontraran docentes, madres, abuelas...La familia, en general, cree que todo eso debe enseñarse en los colegios: y es así, se enseña, pero no olvidemos las horas que están en la escuela y las que están en su casa o en la calle. Repito: esta es mi opinión personal, vivida durante muchísimos años en la docencia, lo que hizo que el panorama que yo tengo de esta situación, pinte la realidad triste, muy triste: se han perdido muchísimos valores esenciales en toda familia, por consiguiente, la culpa no se la debemos dar al niño, por supuesto.

Yo recuerdo cómo antes les enseñábamos, en nuestra casa, las reglas de buen comportamiento, los hábitos deseables de toda buena persona. Nunca se hablaba mal de un profesor delante de los hijos; eso es fundamental. La decadencia de la educación no recae sobre los docentes, por lo menos, en el tema a que me refiero: los valores, las buenas costumbres, la moral. Ya los padres, quizás porque ambos trabajan todo el día, se han desentendido de esta enseñanza fundamental que sólo ellos pueden impartir a sus hijos. Vuelvo a repetir: no hablo de que el 100% de las familias son así; hablo de muchas familias, muchas... Recuerdo que cuando yo les llamaba la atención por su forma de hablar entre ellos y hasta con sus profesores, me miraban asombrados. Y yo entendía muy bien por qué: porque ellos procedían en forma normal, como hacían en su casa. Poco a poco el respeto por los mayores se fue perdiendo, pero primero lo perdieron sus padres, en el trato familiar, en el trato cotidiano, que es lo que va formando, moldeando, el carácter, la forma de ser del niño.

Yo le doy mucho valor a los adelantos tecnológicos, a todo lo que el niño de hoy aprende, pero quiero rescatar todo lo que se ha perdido, el gran valor, la gran esencia del amor, que es la que hace que un padre enseñe, con su ejemplo, los valores fundamentales que toda persona debe poseer. Todo eso yo lo observo hace muchísimo tiempo y es un tema que me da mucha tristeza, porque no son los niños los culpables, repito, son los grandes. Yo no sé si esto pasa en vuestros países; yo pienso que sí, por algunas noticias que leo, que veo en televisión, etc. Ustedes me dirán si estoy equivocada; pero, aclaro, esto es lo que sucede aquí, en mi hermoso país, al que quiero tanto.

Me dan mucha pena los chicos, porque su temperamento se va formando distorsionado; yo sé que ahora no son como los niños de antes y sé también que no pueden serlo, ya que todos los adelantos que antes no existían, hizo que el niño madurara mucho antes; eso no podemos evitarlo, es producto del progreso y de allí sacamos muchas cosas positivas, lo acepto y comprendo. Pero lo anterior que les he descripto, es lo que me pone realmente muy mal: la pérdida completa de los valores esenciales, humanos, que toda persona debe conocer, aprender. Ya no se oye un: "gracias", "siéntese, por favor"(en los colectivos) "permiso", para entrar a un lugar desconocido y ¡tantas otras cosas perdidas en el tiempo!

Bueno, creo que por hoy, es suficiente; ustedes opinarán al respecto; pero quiero volver a aclarar que no todas las familias son así: conozco familias que todavía siguen inculcando el amor, respeto, los buenos hábitos... Pero, por desgracia, no forman parte de una gran mayoría, todo lo contrario.

Los valores esenciales DEBEN volver, para que la educación cambie, para que la familia vuelva a ser la de antes: unidos, compañeros, conversando con un vocabulario que les sirva para desarrollarse cómo se debe, tratando a sus padres, a sus abuelos, a los mayores, como los mismos merecen: CON BUENA EDUCACIÓN.

¡Hasta la próxima, queridos amigos/as!