EL MISTERIO FAMILIAR
por eL Doctor Alfredo DI PIETRO.
La pregunta, por lo general, es muy repetida. Cuando encontramos una familia cuyos hijos no solamente son buenos, sino que además, denotan que han sabido desarrollar sus aptitudes espirituales, intelectuales o artísticas, surge espontáneamente, en boca de terceros, la consabida pregunta: ¿Cómo han podido hacerlo?
Que se interrogue de esta forma resulta explicable. Dentro de lo azaroso y trajinante de la vida actual, uno se percata de que apenas si tiene tiempo para vivir, cuando no para subsistir, abocados como estamos, sobre todo los padres, a poder mantener dos o tres empleos. ¿Cómo es posible, en estas circunstancias del mundo actual, que parecen irreversibles, hallar no ya la vía adecuada para educar a los hijos, sino la oportunidad para que ello ocurra?
Cuando el habitante de esta jungla de cemento en que vivimos, luego de haberse vaciado de fuerzas, traspone,muchas veces ya de noche, el umbral de su casa para hallar un momento de descanso, por demás efímero, que las más de las veces obra como un breve recreo, aparte de ello, ¿cómo podrá hacer para educar a sus hijos?
EL FUEGO DEL HOGAR
Para que exista "educación familiar" es necesario primero que exista la familia. No me refiero aquí a un concepto puramente jurídico, tal como puede resultar de la existencia de un acta de matrimonio y de las respectivas actas de nacimiento de los hijos. Esto, simplemente, es la cáscara, la envoltura exterior. Lo que realmente interesa es el contenido, la sustancia, no la forma.
Estas personas podrán vivir juntas, pero no ser esencialmente una familia. Estar juntos espiritualmente no es lo mismo que estar cerca espacialmente.
Así, puedo tener varios troncos más o menos cerca, pero para lograr un "conjunto" es necesario que estén dispuestos de manera especial, conformando un "todo organizado". De lo contrario, si cada uno funciona por separado, nunca podremos obtener el fuego.
Si hacemos referencia a este ejemplo de los troncos y del fuego no es por acaso. El fuego, en todas las sociedades tradicionales, es algo que tiene que ver con el sentido de la familia. Por eso el ámbito de la familia es el hogar.
El origen de este vocablo es netamente latino. La familia romana se conformaba en torno del focus, es decir, del hogar. En el focus estaba encendido día y noche el ignis, o sea, el fuego. De manera ritual, lo iniciaba el paterfamilias, al comienzo de cada año. Su deber era vigilarlo y tomar las debidas precauciones para que permaneciese encendido todo el día. Durante la noche se lo mantenía como rescoldo y a la mañana siguiente se lo reavivaba. Este "fuego" no era aquel, puramente material, que servía para cocinar los alimentos y para dar calor a la casa. También tenía otro sentido. Este otro aspecto era sacro. Representaba el vínculo de la pietas, que permitía honrar a los dioses Manes, es decir, a los antepasados, así como reverenciar a los numina, que protegían la casa, o sea, los dioses Lares y los Penates.
De aquí arranca el sentido de la familia como "hogar", que se transmitirá con inusitado vigor en la familia tradicional cristiana. Los miembros de una familia son como los troncos, cuya máxima aspiración es "congregarse" para arder en forma conjunta.
Los dos troncos pilares son el padre y la madre. Ellos son los que han tomado la "idea" de formar una "familia", es decir, de encender el hogar. Al unirse en matrimonio, han resuelto apoyarse el uno en el otro, para "arder" juntos, uniéndose en cuerpo, alma y espíritu, en forma perenne, "hasta la muerte", el uno respecto del otro. De su comunicación amorosa ha surgido el fuego fundante. No es un fuego cualquiera, sino que aspira a mantenerse en el tiempo. Por ello, su destino es la incandescencia.
Al estar los troncos bien dispuestos, el "fuego" que se obtenga no tiene ocaso, sino que por el esfuerzo mutuo compartido de los troncos pilares del padre y de la madre y de los pequeños troncos que son los hijos, el fuego, lejos de decaer, se mantiene y se acrecienta. Es el fuego, lento pero persistente, que congrega y que aúna. Cada uno de los troncos es, pues, constitutivo del "fuego", y al mismo tiempo participa de la luz y del calor. La "luz" ilumina; el calor vivifica.
Continuará...
Este tema tan interesante, está escrito por el Doctor: Alfredo DI PIETRO, decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica Argentina "Santa María de los Buenos Aires", y profesor de Derecho Romano y de Derecho Civil V(Familia)
Graciela