EL FUEGO DE LA PALABRA (Continuación)
En el capítulo anterior, leíamos cómo debíamos transmitir a nuestros hijos todas nuestras vivencias.
...Hacedles ver cómo a partir de vuestro propio quehacer, por más humilde que sea, habéis aprendido a "co-operar" con Dios. Cómo a partir de vuestra propia labor habéis descubierto la forma de cantar la gloria del Señor. Cómo a partir de cada actividad, así sea juez, ingeniero, empleado, maestro, profesor, agricultor, albañil o mero trabajador, toda labor es capaz de engendrar el "trabajo bueno", aquél que va acompañado del esfuerzo agotador, pero que es el único capaz de superar todas las dificultades de la vida.
Aquel trabajo bueno que os perfeccionó como persona, os permitió abriros caritativamente a los demás, y mediante el cual , como todo cristiano, lograsteis, de algún modo, "mantener el orden de la Creación".
Cierto es que no siempre lo podemos lograr. Los momentos no son oportunos todas las veces. El tiránico horario de la ciudad de cemento parece privarnos en muchas ocasiones de la oportunidad. Pero qué bueno que podamos encontrarla aunque sea un par de veces a la semana. Busquemos, con un poco de imaginación y otro poco de desmedida ilusión, "esos momentos". No digamos que no existen, que estamos demasiado ocupados, que debemos hacer esto o lo otro. Propongámonos hallarlos, pues quien busca encuentra.
EL MISTERIO DE LA FAMILIA
Siendo así, podemos entender por qué un autor como Gabriel Marcel, al referirse a la familia, no encuentra mejor expresión que hablar del "misterio de la familia". Esto lo entendemos nosotros como el misterio del "círculo del hogar". Padre y madre, hijos e hijas son los que sostienen el juego misterioso de este círculo de fuego amoroso, que gira perennemente, a través de todas las circunstancias de la vida cotidiana, sobre sí mismo. Y en este girar está la propia vida. Es la vida de cada uno de los integrantes, pero que carece de sentido considerada en sí misma, puesto que cada uno aparece implicado en la existencia de los otros. Es el "misterio" de los "corazones abiertos", vertido cada uno de ellos respecto de cada uno de los otros.
La mayor riqueza no consiste en recibir sino en dar. Y eso lo comprobamos en el "misterio familiar", en el que el "dar" de cada uno es algo así como el tesoro que descubrimos a los otros. Pero, por efecto de la propia figura del "círculo", ese dar es simultáneamente un continuo recibir el tesoro espiritual liberado de la individualidad de los demás miembros.
Continuará...
Autor: Dr. Alfredo DI PIETRO.
Graciela
