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EL FUEGO DE LA PALABRA
Pero hablar de qué. No me refiero aquí a la mera "palabrería" o a la "charlatanería", que son las formas del hablar de manera anodina y sin base, consistente en repetir lo que se habla. Tampoco de venir a plantear temas intelectuales porque sí. Pero entre el nivel de la honda inteligencia y el intrascendente parloteo está el "reino de las cosas". Por tal cabe entender a las "reales", que son las únicas capaces de ser denominadas res, es decir, "cosas". Puede ser un acontecimiento, lo ocurrido al padre en la oficina o a la madre en su trabajo, al hijo en el colegio o a la pequeñita en la escuela.
Todas estas situaciones pueden ser la ocasión de plantear las " pequeñas grandes cosas". Son éstas y no las otras, las artificiales, las que pueden aportar la sal de la vida. Es en el hogar donde las hablamos. Y a partir de su mención el "fuego" de la palabra irá trazando las pequeñas lenguas de fuego que podrán invadir el ámbito familiar. Si se trata de un acontecimiento, al incorporarse a la grey familiar deja de ser personal o individual. A partir de ahora concierne a todos. El "fuego familiar" lo arrebata, y en cierto modo lo expropia, para hacerlo propio de la comunidad familiar toda.
Y es allí, padres, donde está señalado vuestro lugar. Estos son los momentos oportunos que no deben desperdiciar. Son ustedes los organizadores del hogar, los directores del "fuego" de la palabra. Deben lograr que el interés no decaiga sino que se acreciente. Que de una manera natural todos hablen y se expresen. Agreguen el dicho oportuno, la frase aclaratoria, la palabra elegante e incluso el chiste ocasional. Y sobre todo escuchen. Escuchen a vuestros hijos. Verán, prontamente, que lo que ellos dicen no son sino las mismas lenguas de fuego que ustedes alimentaron.
Transmítanles lo experiencial. En eso son ustedes verdaderamente ricos. Cuéntenles de vuestras vidas, de vuestro hechos. De aquello que los alegró una tarde clara de verano, o también de la pena que oprimió vuestro corazón en una oscura noche de invierno. Todo cuenta ¿Lo descubren ahora? Lo que están haciendo es posible. Es transmitir vuestra propia vida. Ya al unirse en amoroso abrazo han gestado a vuestros hijos. Ahora se trata de ir alimentando el campo ávido de sus espíritus. Ellos los escuchan: más aún, les puedo asegurar que están expectantes por escucharlos. Nárrenles cómo, de mil formas distintas, han establecido ustedes en sus existencias una "alianza con la vida".
Y, sobre todo, transmítanles vuestro amor por las cosas. Las simples. Contemplen con ellos el atardecer encantado, la admiración por el árbol coposo, que cuanto más hunde sus raíces en la tierra más sus ramas apuntan anhelantes al azul celeste. Háblenles del vuelo de los pájaros, que como seres alados unen, en el éter, el cielo con la tierra. Háganles apreciar el aroma indecible de un ramo de rosas; lo importante de la montaña que se eleva como eje del mundo; el sabor concentrado de la tierra en una roja manzana. Y también la suavidad nostálgica de una melodía, cuya letra cantarán con ellos.
Todo cuenta. Porque en la experiencia compartida, casi sin quererlo, y hasta sin pensarlo, están transmitiendo vuestra manera de ver las cosas, el mundo, y por su intermedio, a DIOS. Y sobre todo vuestra influencia espiritual, aquella que adquirieron de vuestros padres y llevaron, ustedes mismos, a la práctica cuando celebraron la "alianza con la vida".
Continuará...
Autor: Doctor Alfredo DI PIETRO.
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