Cuando me tranquilizo y me concentro espiritualmente, siento la apasionante realidad de la presencia viva de Dios. Me colma una profunda sensación de ser amada, de estar bajo el cuidado y la guía del eterno proveedor y sustentador de la vida.
Al aspirar profundamente el hálito energizante de la vida, me relajo. Cada célula, cada nervio y cada músculo, reposan en el cálido esplendor de la presencia nutriente de Dios. Me elevo por sobre todas las preocupaciones.
En comunión con Dios, recibo las respuestas que busco, junto con el consuelo, la curación y la seguridad de que continuarán las bendiciones de gracia.
En mis momentos de quietud con Dios, la fe, el amor y la sabiduría me salen al encuentro, a fin de poder regresar a los desafíos y deleites de dar con gran fuerza y alegría.
Con Amor en mi corazón
Graciela BaquerizoAdum
"Me mostrarás el camino de la vida.
Hay gran alegría en tu presencia".
Salmos 16, 11