El prelado afirma que “detrás de ese cascarón de hombre campechano, montado en su ‘mala cara’, está lo que interesa a nuestros sacerdotes, mayores y jóvenes, en el intento contemporáneo de llegar a los corazones de los hombres hambrientos de Dios. ¿Quién es Brochero? ¿De dónde saca la pasión apostólica que lo domina? Para comprenderlo es preciso remontar el vuelo hacia los Apóstoles y entender el fervor evangelizador que aparece en ellos. El Padre Brochero es un apóstol, de la estirpe de aquellos, formados diligentemente por Jesús en la intimidad de su Colegio”.
En ese sentido, advierte que “se corre el riesgo de sindicarlo entre quienes se dedican a resolver los graves problemas de los más pobres y excluidos”, sin embargo, aunque “también lo logra, de manera eminente”, aclara que “la motivación principal de su generosa entrega es el amor a Cristo. No es el cura agauchado, de armas tomar, más movilizador social que siervo paciente. Es capaz de jugarlo todo al ideal misterioso que el Evangelio le propone. Para él, el Evangelio es Cristo, y se interna con valiente y tierna devoción en su constante y principal contemplación”.
“Es un apóstol -agrega-, testigo humilde y fiel de Jesús; no tiene otro propósito que cumplir la misión recibida, como su Maestro cumplió la encomendada por su Padre. Quiere ser el servidor de todos, muy lejos de servirse de ellos, y, con su estilo y temperamento peculiares, terminar calladamente su vida en el silencio agónico de su aisladora enfermedad”.
Monseños Castagna se detiene también en la santidad del sacerdote cordobés. Sostiene que “su vida sacerdotal es el crecimiento, hasta la heroicidad” del consentimiento inicial dado a Dios en la ordenación. “Sin elucubraciones piadosas amaneradas se mantiene fiel a lo aprendido: amor a la Eucaristía y a la Virgen, rezo piadoso del Breviario y atención a la salud espiritual de su pueblo. Todo lo hace como naturalmente. No se le ocurre proponerse como modelo a nadie, hace lo que debe, interiormente animado por el amor a Cristo y a su gente. Brochero es un amigo de Dios que, por serlo, no puede dejar de ser amigo de los hombres. Su modelo es Jesús, que desborda su amor al Padre en su amor a los más desamados, hasta la Cruz. El Evangelio que medita y predica es la fuente innegable de la dignidad de sus feligreses, humildes serranos, que él defiende contra viento y marea. Su fidelidad a Cristo se traduce en fidelidad a la Iglesia. Su celo pastoral no tiene fronteras, por ello se atreve a todo y reduce a nada las dificultades que se interponen en su proyecto misionero”.
En cuanto a su “método evangelizador”, el prelado subraya que “confía en el poder de la gracia y echa mano a medios ya consagrados por la Iglesia. El que atrae su particular empeño es el método ignaciano de los Ejercicios Espirituales. Los populariza de tal modo que su feligresía se acostumbra a confesarse de no haber acudido a ellos al expirar cada año”.
Asimismo, destaca que “el Padre Brochero, por temperamento y, principalmente, por convicción, no rehúye el desafío proveniente de las personas y lleva adelante su propósito de cambiarlas, sea cual fuere el estado moral en que se encuentren”.
Al hablar de la muerte del Cura Brochero, lo define como “el leproso heroico”, porque “los hombres revelan su auténtica calidad cuando sobreviene la ancianidad, la enfermedad, la soledad y la muerte. Brochero entra en esa misteriosa y apasionante etapa final sin dejar de comportarse como lo había hecho siempre. Se enferma de lepra, la recibe como contagio de otro leproso a quien recupera del pecado”. Agrega que “acepta con humildad el aislamiento al que lo reduce la temible enfermedad. Se preocupa de disponer de lo necesario para celebrar diariamente la Santa Misa en su pobre pieza de enfermo. Se lo ve en silencio, sereno, “desgranando rosarios”. Allí está el secreto de su vigor apostólico y de la santidad sacerdotal que lo identifica. Ciego, ya no ve sino desde el corazón, pero, se abre camino, como lo hacía en las altas sierras, entre las tinieblas de la tierra, en busca de la Luz que supo y sabe dispensar, incansablemente, a sus feligreses y amigos”.
Brochero santo
“No dudo que Brochero llegará a ser venerado como santo -expresa-. El santo constituye la obra exclusiva de Dios. Para ello es preciso que su libertad active un consentimiento personal, del todo necesario, para que la obra de santidad se cumpla. Brochero aprende a dejarlo hacer a Dios. Su santidad sacerdotal es silenciosa, como la brisa en la que Dios se hace presente, pasando a veces desapercibida o disimulada. La identificación del venerable sacerdote con su pueblo y su cultura, que aún atrae ciertas miradas de incomprensión y sospecha, sabe ocultar, ‘a los perfectos de este mundo’, la verdadera identidad del Brochero santo”. “¡Qué clara su enseñanza al señalar que el sacerdote debe seguir a Jesús en el ‘anonadamiento’ o desacredita la imagen sacerdotal! Mi breve reflexión sobre la personalidad del Cura Brochero es una invitación tímida a conocerlo en su intimidad de hombre santo, de sacerdote como Dios lo quiere y el pueblo lo necesita”, concluye el prelado.+
Texto completo de la reflexión
El arzobispo destaca que “el pueblo capta su virtud heroica, la Iglesia la reconoce y los sacerdotes de todas las edades la constituyen en modelo para sus vidas” y recuerda que “Brochero podría haber desempeñado, por su talento y cultura, una función destacada en el clero cordobés” pero “se decide por un heroico anonadamiento y se hace serrano con su humilde feligresía: adopta su lenguaje, sus imágenes ingenuas, su estilo pobre de vida. Aprende de Dios que, en su Hijo divino, se hace Hombre por amor. Se goza al referir todos los gestos de su ministerio al comportamiento ejemplar de su Maestro”.