EL HIJO
PACIENTEMENTE
-curva máxima de ancestros-
llegó como quien cumple la parábola inflexible.
Sangre de la sangre de tu origen y del mío
nuestro augural llamado lo puso en nuestras manos
esta tarde
para cerrar un hondo capítulo de amor.
Hijo llegándonos del vientre de la vida
hijo sin voz aún pero clamante
rompió con un vagido la loza y el muro
partió de un solo golpe de latido
la piedra sepulcral que nos separa de la noche.
Hoy está aquí soñando y aguardando sobre el alba.
Nunca la sangre tiene voz más alta
que cuando en trepidar desesperado
busca del aire aspiración primera.
Y cuando un émbolo de rojas explosiones
comienza a martillar latidos
ella suelta un clarín desbocado hacia la altura.
Tú y yo fuimos una vez más labriegos prevenidos
y al frutecer la vida en nuestro surco
cumplimos el mandato de la sangre.
Sobre la tierra exactamente fértil
el hijo es una espiga nueva
cara al sol y raíces terrestres
que nos da vida más allá de nuestra vida.
Tranquilamente ahora podremos ya partir
que nuestra sangre está presente en el futuro
buscándonos en la palabra siempre
para siempre.
La llama crece
y nuestro hijo
es otra roja clarinada sobre el alba
para agrupar la sangre eterna en esta humana
cadena de amor y de infinito.
Del libro: "Sin llanto ni sueño"
de Mario Briglia
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