La úlcera péptica es una enfermedad caracterizada por una pérdida de sustancia, localizada y generalmente única, ubicada en el estómago (úlcera gástrica) o en el duodeno (úlcera duodenal). Es una enfermedad de presentación frecuente, ya que afecta aproximadamente al 10% de la población en algún momento de su vida. Afecta por igual a ambos sexos, con un pico de incidencia entre los 55 y los 65 años de edad, siendo rara la presentación antes de los 40 años.
Se produce como consecuencia de un desequilibrio entre los factores protectores y los factores agresivos que actúan sobre la mucosa que reviste los órganos afectados. En éstas personas se observa un aumento en la producción de ácido gástrico, que lesiona la mucosa; asociado a una disminución en la producción de un moco que la protege de la injuria que pueda ocasionarle dicho ácido. Entre los factores agresivos encontramos a una bacteria, el Helicobacter Pylori y el abuso de los medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINE), como la aspirina.
El diagnóstico y el tratamiento de la úlcera péptica ha cambiado en los últimos años, como consecuencia del conocimiento del papel del H. Pylori en el desarrollo de esta enfermedad.
Las manifestaciones clínicas van a depender de la ubicación de la úlcera. El síntoma más común es el dolor. Típicamente se localiza en el abdomen, parte superior y media, generalmente se lo describe como quemante, corrosivo o sensación de hambre dolorosa. Se presenta con un ritmo horario, relacionado con las comidas. Es raro que lo haga antes de la hora del desayuno, sino que lo hace 2 a 3 horas posteriores a las comidas y cede con la ingesta de alimentos. El cuadro clínico se prolonga por varias semanas, pudiendo remitir en forma espontánea, para mantenerse sin síntomas durante meses o años. También pueden manifestar pérdida del apetito, con la consiguiente pérdida de peso y nauseas y vómitos. En algunos casos, presentan eructos, intolerancia a las grasas y distensión abdominal. Entre las diversas complicaciones que pueden aparecer, podemos destacar las hemorragias digestivas (complicación más frecuente); perforación de la úlcera en la pared intestinal y disminución de la luz intestinal por el proceso inflamatorio alrededor de la úlcera.
El tratamiento de la úlcera persigue los siguientes objetivos: aliviar los síntomas, cicatrización de la úlcera y prevenir la aparición de las complicaciones y la reaparición de la úlcera.
Para disminuir la acidez del estómago contamos con los antiácidos, como el hidróxido de aluminio y el hidróxido de magnesio; los inhibidores de la producción de ácido (anti H2), como la ranitidina o la famotidina; los inhibidores de la bomba de protones, como el omeprazol, lanzoprazol o pantoprazol y los protectores de la mucosa gástrica como el sucralfato. Por la frecuente asociación del H. Pylori con el desarrollo de gastritis y úlcera péptica, el tratamiento debe estar dirigido también a su erradicación. Para ello, deben utilizarse antibióticos como los betalactámicos, tetraciclinas, macrólidos o los aminoglucósidos. Las complicaciones pueden requerir de la cirugía para su completa y correcta curación.
Colaboración CL Gonzalo Retamal Moya
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