Causas y signos del déficit de atención. El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH, o ADHD por su sigla en inglés) es un trastorno de la conducta que se caracteriza habitualmente por la presencia de tres síntomas básicos:
En un principio este cuadro fue atribuido a diversas causas, como secuelas de daños en el sistema nervioso central ("daño cerebral mínimo"), alteraciones de las funciones por factores alimenticios y/o metabólicos (disfunción cerebral), etc. Sin embargo, al observar su manifestación en familiares de la persona afectada se comenzó a pensar que su etiología debía tener su origen en un factor genético. Si bien aún se discute sobre su causa (etiología) primaria, es compartida la teoría de una base genética y un conjunto de factores desencadenantes.
Las manifestaciones de este trastorno pueden estar asociadas a trastornos del ánimo, depresión, trastornos de la conducta, del aprendizaje (como dislexias, disgrafías, discalculias) y del lenguaje, entre otros. Y muchas veces estos mismos trastornos pueden también observarse en familiares de la persona afectada.
Los primeros datos los proporcionan los familiares y las personas a cargo de la educación del niño (docentes, psicopedagogos, psicólogos), a través de hechos que observan en forma cotidiana. Pero el TDAH debe diagnosticarse mediante tests individualizados de capacidad y desempeño cognitivos y un examen médico-neurológico. Su frecuencia varía en los distintos grupos étnicos, pudiendo oscilar entre un 5 y un 10% de la población. Si bien incide sobre ambos sexos, predomina más en varones que en mujeres, sobre todo en sus manifestaciones de hiperactividad e impulsividad.
El TDAH tiene una base neurobiológica constitucional, que se manifiesta como un desequilibrio entre neurotransmisores que excitan e inhiben algunas áreas cerebrales. Hay una disminución de un neurotransmisor, la dopamina; pero el dosaje de esta sustancia en la sangre o la orina no pueden ser tomados como indicadores válidos para su diagnóstico.
Algunas investigaciones han permitido identificar el tipo de neuroreceptor dopaminérgico involucrado en este trastorno, asignándosele un rol constitucional hereditario. También un disbalance entre los sistemas adrenérgicos y noradrenérgicos de los hemisferios cerebrales.
En algunos pacientes adultos que presentan los síntomas de este trastorno y en sus familiares se ha podido comprobar en recientes investigaciones una disminución de la glucosa en áreas específicas del cerebro, como la corteza motora prefrontal.
A pesar de todos estos datos sobre la base neurofisiológica del TDAH, los especialistas coinciden en que no se debe desatender la influencia que ejerce el medio ambiente, sea familiar, escolar o social, que rodea al niño, y que influirá en los resultados finales de sus logros o desventajas. Un diagnóstico precoz es importante para implementar una terapéutica adecuada.
Criterios para el diagnóstico precoz, Advertir tempranamente los talentos y desventajas de un niño con TDAH y orientarlo para que obtenga logros escolares aceptables es primordial para mejorar su autoestima. Esto ayudará también a establecer relaciones familiares y escolares o sociales más satisfactorias, y alejará los riesgos que presentan estos niños de experimentar una baja pronunciada de la confianza en sí mismos e incluso de padecer depresión. Los ayudará también a vencer sus problemas para entablar relaciones de amistad con sus pares. Por el contrario, la demora en el diagnóstico aumenta el estrés personal y familiar, aumenta la posibilidad de fracasos. Lo mismo puede suceder al implementar tratamientos parciales o incompletos.
Para un diagnóstico precoz se deben conocer algunos indicadores que pueden llamar la atención de padres o maestros:
. Hipermotilidad: se manifiesta como hiperkinesia, inquietud, falta de relajación, lo cual trae dificultades de adaptación al ambiente. Las madres de algunos de estos niños relatan que podía notarse que producían muchos movimientos aun en su etapa prenatal. Aunque puede disminuir con el tiempo, puede manifestarse luego como dificultad para relajarse, caídas frecuentes, dificultad de coordinación en los movimientos.
. Dificultades alimenticias: desde la lactancia, con dificultad para "prenderse" al pecho materno, demostrando insatisfacción, llanto. Luego comiendo fuera de los horarios previstos, levantándose de la mesa, etc.
. Fácil distracción ante estímulos sin importancia;
. Evitación de tareas que requieran esfuerzo mental sostenido;
. Movimiento constante de manos o pies, o manipulación de objetos;
. Dificultades para esperar turno, aguardar, estar sentado quieto.
Otros indicadores a tener en cuenta son:
. Trastornos del sueño: les cuesta conciliarlo y en algunos casos mantenerlo; muchos se despiertan muy temprano.
. Irritabilidad: sus indicadores tempranos pueden ser el llanto fácil, el desconsuelo, la disconformidad.
. Dificultades para jugar: maltrato y hasta ruptura de los juguetes, sensación de aburrimiento por la cual muchas veces reciben el mote de "niños malos". Desorientan cuando los síntomas disminuyen frente a un interés personal, como por ejemplo un juego electrónico, la computadora o el televisor, frente al cual pueden a veces permanecer horas sentados.
. Un efecto paradojal de los fármacos sobre su sistema neurológico: a veces puede observarse que los tranquilizantes pueden excitarlos y, en cambio, los estimulantes pueden estabilizarlos.
. Mayor frecuencia en accidentes: tanto en el hogar como fuera del mismo; son causa de morbilidad infantil y adolescente. Puede pasar inadvertido este signo cuando el síndrome no ha sido diagnosticado correctamente.
. Fracaso en el aprendizaje: por distracciones, olvidos, desorganización en las tareas y en los hábitos de estudio. Condicionan a una desilusión progresiva, una frustración y pérdida de la motivación por aprender, a pesar de tener una capacidad intelectual adecuada. Incluso algunos son niños talentosos y creativos, y un docente que los entienda puede despertar su verdadera capacidad.
Colaboración CL Gonzalo Retamal Moya
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