Así como una tierna planta, aunque esté colocada en un jardín bien cultivado, tiene necesidad de un soporte hasta que alcance cierto grosor, de lo contrario se tuerce y se desarrolla defectuosamente, así ustedes, amados jóvenes, se doblegarán seguramente al mal si no se dejan conducir por quien tiene el encargo de dirigir su educación y el bien de su alma. Encontrarán esta guía en la persona de sus padres (y en los que hacen sus veces en ausencia de éstos), a quienes deben obedecer dócilmente. Honra a tu padre y a tu madre y tendrás larga vida en la tierra, dice el Señor. Pero, ¿cómo se les ha de honrar? Con la obediencia, el respeto y la debida asistencia.
Obediencia: Cuando les manden alguna cosa, háganla prontamente, sin mostrarse remolones. Eviten comportarse como los que, protestando levantan los hombros, menean la cabeza y, lo que es peor, contestan con insolencia. Estos jóvenes hacen una injuria grande a sus padres y al mismo Dios, que por medio de ellos manifiesta su Voluntad. Nuestro Salvador, a pesar de ser Todopoderoso, quiso enseñarnos a obedecer sometiéndose en todo a la Santísima Virgen y a San José, ejerciendo el humilde oficio de artesano. Para obedecer después a su Padre Celestial, se ofreció a morir entre tormentos de Cruz, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de Cruz.
Respeto: Tenga además un respeto grande al padre y a la madre, y no emprendan nada sin su permiso, ni se muestren nunca impacientes en su presencia, ni manifiesten a otros sus defectos. San Luis no hacía nada sin permiso y, cuando no estaban sus padres en casa, pedía permiso a sus mismos sirvientes. El joven Luis Comollo se vio una vez obligado a permanecer fuera de su casa más de lo que le habían permitido; en cuanto volvió, pidió perdón con humildes lágrimas de una desobediencia cometida involuntariamente.
Asistencia: Hay que asistir a los propios padres en sus necesidades, no sólo con los trabajos domésticos de que ustedes sean capaces, sino sobre todo entregándoles cualquier dinero, regalo u objeto que llegue a las manos de ustedes o haciendo de ellos el uso que les indiquen. Es también estricto deber de un joven rezar por sus padres por la mañana y por la noche para que Dios les conceda todo bien espiritual y temporal. Lo que estoy diciendo de sus padres se ha de aplicar también a sus superiores, eclesiásticos y seglares, incluso a los maestros; de ellos han de recibir de buena gana, con humildad y respeto, sus instrucciones, consejos y correcciones, convencidos de que todo lo hacen para su mayor bien; la obediencia prestada a sus superiores, ténganla prestada a Jesucristo, a la Virgen y a San Luis Gonzaga
Dos cosas les recomiendo con toda el alma:
Primera: ser sinceros con las personas mayores, no ocultando nunca sus faltas con disimulo, o lo que es peor, negando haberlas cometido. Digan siempre con franqueza la verdad, porque las mentiras (además de ofender a Dios) nos hacen hijos del diablo, príncipe de la mentira, y harán que pierdan ustedes la confianza y la reputación cuando sus superiores y compañeros lleguen a descubrir la verdad.
Segunda: tomen como regla de vida y de conducta a los consejos y advertencias de los superiores. Dichosos ustedes si así lo hacen; sus días serán felices y todas sus acciones serán siempre acertadas y ejemplares. Concluyo diciéndoles: Denme un joven obediente y llegará a ser santo. El desobediente ha tomado el camino que lleva a la perdición.
Fuente: Escritos San Juan Bosco Publicado abril 2007
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