Dormido estuve; cada sueño adscrito al núcleo de la mente fue ligera burbuja de jabón, fugaz quimera, ácido aroma de clavel marchito.
Dormido no fui yo; fui manuscrito que ajena mano errática escribiera; y hoy recurro al tachado y la tijera, y en mi verdad tan sólo me ejercito.
Ya no duermo, ni sueño involuntario marca los cuadros de mi calendario con proyectos que yo no he decidido.
Despierto estoy. Te sueño cada día, pero estos sueños son de mi autoría, firmados con mi nombre y tu apellido.
Fco Álvarez
|