Tanto a ti vengo y tanto te abandono… Mas no soy yo quien llega y se despide, sólo una parte mía, la que logra besarte y adherirse a tus relieves y concavidades, la que te anuda en lazos imposibles, y te explora, y penetra, en vano empeño de prender raíces. Es la parte que ruge y se abalanza, la parte que al morir comen los buitres, La otra parte se queda. Vino una vez con suavidad de cisne, y se negó a partir: Lago, enramada, nubes, amaneceres y violines, tiene características de vaporosas formas intangibles. Es la parte de mí que te acompaña cuando caminas sola en tardes grises, y percibes un brazo en la cintura que nadie más percibe. Es la parte de mí que entre las sábanas, en esas noches que parecen tristes, y no lo son del todo, se te enreda, y tú, medio dormida, lo permites. Mi peso, mi volumen, mi armadura de carne y hueso, pueden despedirse, pero el yo que protegen pisará donde pises, se acoplará a la curva de tu espalda, mirará sobre el hombro cuando escribes, sin que nadie lo vea, ni tú misma, pero tú, sólo tú, sabrás que vive a tu lado, y en ti, cuerpo sin forma, espíritu con tacto que te ciñe.
Fco Álvarez
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