Nunca has estado
y sin embargo,
te has vuelto a ir.
Lo noto aquí,
justo en el medio de mi pecho.
Aquí, donde una noche te clavaste
como un verso,
y me curaste
de un miserable desespero.
Ahora... te has vuelto a ir.
No estás aquí, aunque nunca has estado.
O quizás sí...?
Si estuviste en mi alma,
habitando esas horas tan largas,
si estuviste en mis labios,
cuando susurre tu nombre
con gritos silenciados...
si estuviste ahí...?
Dime, acaso vivo entre delirios
o es que has robado una parte de mí?
No sé...
Sólo sé que te he sentido
sin sentirte,
y que ahora siento que te has ido
-oh dios, no quiero herirte-
soltando mi mano
que jamás cogiste.
Sólo sé
que a veces vives en mí
y a veces escapas de mi lado.
Como una sombra etérea,
como una piel de niebla
que jamás puedo alcanzar.
Y aún así,
en la oscuridad impenetrable de mi alma,
-que lograste penetrar-,
en un ardor tenaz que nunca cesa,
-y que avivas con sólo respirar-
cada madrugada, antes de morir,
alzo la copa al cielo,
bajo un infinito aguacero,
y brindo por ti.
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