Y en las hermosas luces del otoño oigo tu voz de nuevo, compañera, agrietando los riscos y los valles para seguir andando hacia delante con la esperanza tenue de las lluvias.
Amarillea todo, hasta ese cobrizo azul que nos cobija cuando octubre y noviembre se desgranan despacio por la tierra.
Amarillea todo, hasta esos pájaros que huyen de las primeras voces de la niebla.
Amarillea todo, hasta ese buen cansancio que el camino produce en la vereda.
Y a orillas de las huertas como mensajes póstumos del hombre se alzan piras de humo y de silencio.
Sobre la tarde quieta, con los cierzos parados al oeste, sube desde la tierra un vaho tranquilo que lo emborrona todo.
Y es precisamente en esos días cuando más te enternezco, tierra mía, tierra de mil colores a la que un día dejaré que me abraces y me duermas sobre tu seno hondo bajo el otoño dulce que te anida.
José Antonio Labordeta (1935-2010)
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