CARTA DESDE LA LLUVIA
Toca con un dedo tu lluvia, espejo elíptico de la mañana que crece entre cristales. Incendia ese voraz remolino de llamaradas blancas, habita sus corredores hacia la ciudad que es tu puerta, descorre su cerrojo, penetra esa estación que es tu total presencia en la ausencia que alcanzas de ti misma, tu inmovilidad en el suave desliz lloroso inundándote todas las estrellas y cielos posibles. Sumérgete íntegra, agonizada en la humedad, mientras buscas cada vez más infiernos de espinas de agua, fogatas álgidas que te recorren como géiseres de espumas. Iníciate entonces en la magia de consumirte, de evaporar los sentimientos, hacerlos nubes, y lloverte por todo el universo hasta alcanzar mi distancia de isla.
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