
La ciudad
La ciudad, espejo, relumbres ubiquitarios espueleándose en toses hemoptísicas. Sombras lumínicas encubriendo al hombre que arrastra su ataúd... Y esto a pocos les importa: sea arena movediza o fango encurtido. Hay un espejo en cada esquina que devuelve la imagen, borrones incandescentes, espumeantes, saltando a los aleros, agolpándose en los techos, estallando en cenizas hasta reducirse a polvo.
Interesa una voz cuarteada que chille pavorosa en el umbral de las brumas.
Sesos que se desangren, prisma agónico desparramándose sobre taxis y transeúntes hechos candil o cadáver cierto.
Luego cenizas, espacio para el sueño, lugar para la muerte, voces sordas y dedos acusadores: tu sentir y pensar en la palabra que nada dijo. Y en estas páginas: escarceos, inventos del instante, tinta blanca sobre papel oscuro.
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