A veces, bajo las abigarradas orlas grisáceas
y viendo el agua redonda, caer en gruesas gotas transparentes
pienso que solo tengo una vida, aun con esa lluvia
recorriendo mi cabello, arrastrando con clemencia
la tristeza y el dolor de la mugrienta piel de las ideas.
Cuantos otoños con lluvia, o sin ella
aguantará el dogal destrenzado que me aterra
aunque intuyo desde que no llevo tierra en los zapatos
que la vida enhebra misteriosos corazones
en el lazo secreto que a la muerte lleva.
Cuatro esquinas, cárdeno paciente de un dilema
obligado a succionar cielos de duda, inmersos
en un mar, o un océano abrumado, sin riberas
que los contengan, mendigándole ayuda a esa bruma
para encontrar el espacio, si espacio hubiera
en el inexistente desnudo con hembras parideras.
Criterios de una lluvia de soledad, manos que se aferran
en el abismo presuntuoso de sonrientes sepulcros
¡Es tan corta la vida!..........como esa conspiración extraña
donde nadie sabe nada, solo ha hecho que nacer
y exhausta, trémula, deshabitada, su aliento se apaga.
A veces, mientras disfruto este pensamiento atribulado
mantengo ávida la mirada, por si es la última
donde adore al dulce Abril, luego huyo de la esperanza
al bosque ermitaño que crece en primavera
lejos del volcán que lanza lava mentirosa y helada
carencia brevísima, donde empieza lo que acaba.
Pinto la lluvia con abreviados trazos discontinuos
a veces sé..... que no entiendes nada
cuando deshojando la humedad con los dedos
masacro legítimamente el coste del tiempo
ese tiempo que desaparece cono una sombra
desgarrada por el desparrame matutino de la estrella
que nos da el calor de la vida
efímera ilusión, relámpago fugaz y atormentado.
A veces, solitario, pienso en la cortedad de esta vida tan bella
con un funesto final, ciertamente premeditado.
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