Un amigo abrió el cajón de la cómoda de su esposa
y sacó un pequeño paquete envuelto en
papel de seda que decía:
“Esto no es un simple paquete,
es preciosa lencería”.
Tiró el papel que lo envolvía y observó la exquisita
seda y el encaje.
Ella lo había comprado hace 9 años en un viaje especial que
realizaron juntos.
Nunca llegó a usar la lencería.
Lo estaba guardando para una “ocasión especial”.
“Bueno” –pensó–
“entonces, creo que esta es la ocasión”.
Se acercó a la cama y colocó la prenda junto
con las demás ropas que iba
a llevar a la funeraria.
Su esposa acababa de morir.
Y volviéndose hacia mí, me dijo:
“No guardes nada para una ocasión especial:
cada día que vives es una ocasión especial”.