Y hoy en día sigo pensando en esas palabras: han cambiado mi vida.
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Ahora leo más y limpio menos.
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Ahora me siento en la terraza y admiro la vista sin fijarme en las malas hierbas del jardín.
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Paso más tiempo con mi familia y amigos y menos tiempo en el trabajo.
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Quiero experiencias para disfrutar, no para sobrevivir.
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Ya no guardo nada. Uso mis copas de cristal todos los días.
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Me pongo mi abrigo nuevo para ir al supermercado, si así lo decido y me da la gana.
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Ya no guardo mi mejor perfume para las fiestas especiales, lo uso cada vez que me apetece hacerlo.
Las frases “algún día…” y “uno de estos días”, están desapareciendo de mi vocabulario.
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