Ulises Desatados
Duelen hechos que no son predecibles.
Primero debería escribir lo que he pensado.
Amigos invisibles quebraron su confianza
por ser persuasivos ante voces de sirenas.
Sin Penélope que desenrede la madeja
para poblar el tiempo con rechazados candidatos;
los hombres de hoy en día codiciaron aquel canto.
Y fácilmente violaron su promesa.
Ulises se llamó… Debieron acordarse
de sujetar sus manos a ese mástil
para que la voz ceremonial de la sirena que quisieron
no infiltre persuasiones en el corazón que no madura.
Con seductora voz logran seguro
que el hombre que alguna vez
se detuvo para escuchar a las sirenas
apuñale en las espaldas a su comandante.
Las sirenas de hoy en día tienen una facultad
que los conceptuales no comprenden:
con rimadas citas mucho más que con su canto
al marino le convencen de planear sublevaciones.
Aunque el hombre taponara con cera sus dos tímpanos
jamás el marino debería arriesgarse a mirar a la sirena.
Pues en su siamesa cintura también está la perdición
del marino que alguna vez juró fidelidades al Mayor.
Ya que en sus ojos tienen el hechizo las sirenas
de robar la voluntad del alma mas pulida.
¿Son los marineros de hoy capaces
de ensordecer con cera sus oídos?
Ítaca tiene en sus tierras recompensas y tesoros
jamás vistos o admirados por el ojo del marino.
Tripulaciones enteras naufragaron a menudo
por ser tentados a anclarse y escuchar a las sirenas.
A Ítaca jamás llega el marinero
que escucha todo el tiempo a la sirena.
Enloquecen de tal forma los marines
que suben a cubierta para oír a la sirena.
Al principal mástil que aloja a la gran vela
debió aquel marinero antes haberse sujetado.
Con tal de resistirse a la sirena…
y jamás querer engañar al capitán de su navío.
Traiciones planifica el marinero
Que alguna vez vio a la sirena.
En sensuales notas corrompieron
La fidelidad del marinero.
Ulises en el mástil se confió de sus marines.
Se confió también del arte que tuvieron sus ideas.
Miró las aguas y escuchó el celestial canto…
Más un Marín le remató para que anclaran.