En nuestro caminar por el mundo, somos esos ojos, que vamos viendo, únicamente lo que queremos ver y del color que deseamos verlo...
A veces buscamos más allá, sin encontrar; lo que quizás muy cerca de nosotros tenemos; o vemos con otra intensidad, las situaciones o las cosas que a diario vivimos.
Nos quedamos en lo externo, en la envoltura, en aquello que nos dicen; y no intentamos ir más allá, descubrir, conocer, explorar...
Decimos tener los ojos bien abiertos y constantemente nos vamos estrellando o dejamos escapar tesoros que teníamos a nuestro lado; porque no fuimos capaces de descubrirlos, aún habiéndolos tenido al alcance de las manos...
No reconocemos nuestra ceguera interior y nos cuesta aceptar que otro nos muestre el camino, porque creemos tener la razón, ser los dueños absolutos de la verdad, y testigos de lo que es en realidad único y bello...
Vemos lo que queremos ver o lo que más nos conviene, pero no logramos descubrir la grandeza que otros en su alma tienen...
Y qué decir de nuestros oídos; somos sordos a tantas cosas, y hay muchos que buscan quién les sepa escuchar; pasamos desapercibidos las voces que claman y gritan desde lo más profundo del alma, lo que sienten y lo que quieren expresar... queremos oír lo que mal se dice, para luego quererlo proclamar...
Hablamos más de la cuenta, qué difícil es aprender a callar, cuando se puede evitar una discusión o se lanzan palabras que hieren o hacen tanto mal... Dios nos ha dado dos ojos, dos oídos y una boca, para que aprendamos a ver más allá, a escuchar lo que dice el alma y hablar solo cuando sea necesario hablar, ya sea para aconsejar, consolar u orar...
El olfato nos ayuda a ser precavidos, a oler, olfatear situaciones, estar seguro de los pasos que vamos a dar...
Nuestro tacto nos permite sentir, tocar, palpar, acariciar, construir, trabajar... para no olvidar nunca nuestra humanidad y la de los demás; y ser transformadores del mundo en el que hemos de habitar...
Esos son nuestros sentidos, otro toque de la perfección de Dios, que en el hombre y la mujer quiso dejar, quizás hay quienes carecen de uno de ellos, pero desarrollan aún más, aquel que le permita vivir y experimentar el amor del Padre eterno que la vida nos quiso regalar...
Es hora de aprender a utilizar al máximo nuestros sentidos, no sea que los tengamos dormidos y cuando querramos realmente hacerlo, sea demasiado tarde y lo más valioso lo hayamos perdido.