El valor de lo insignificantes
¿Por qué tenemos que aprender toda esa porquería?
De todas las quejas y cuestionamientos de alumnos que he
oído durante mis años en el aula, ésta es la más frecuente.
Quiero responderla relatando la siguiente leyenda:
"Una noche, un grupo de nómadas se aprestaba a retirarse
a descansar, cuando de repente los rodeó una gran luz.
Comprendieron que estaban en presencia de un ser celestial.
Con gran ansiedad, esperaban un mensaje muy importante
que sabían habría de ser especial para ellos.
Finalmente, la voz habló: "Junten todos los guijarros que puedan.
Pónganlos en sus alforjas. Viajen todo el día y, mañana,
la noche los hallará contentos y los hallará tristes."
Después de despedirse, los nómadas compartieron su decepción
y su emocion. Esperaban la revelación de una gran verdad
universal que les permitiera generar riqueza, salud y propósito
en el mundo. Pero lo que habían recibido, en cambio, era una
tarea insignificante que no tenía sentido alguno para ellos.
No obstante, el recuerdo de la luminosidad del visitante hizo
que cada uno recogiera algunos guijarros y los depositara
en sus alforjas, sin dejar de expresar su descontento.
Viajaron durante todo el día, y esa noche, mientras armaban
el campamento, revisaron sus alforjas y descubrieron que
cada guijarro recogido se había convertido en un diamante.
Estaban contentos por tener diamantes.
Estaban tristes por no haber juntado más guijarros.
Una experiencia que tuve con un alumno, al que llamaré Adrian,
cuando iniciaba una carrera docente, me hizo ver
con toda claridad cuánta verdad había en esta leyenda.
Cuando Adrian estaba en segundo año, era sobresaliente en
"problemas" y bueno en "expulsiones". Había estudiado
para ser pendenciero y estaba haciendo su doctorado en "robo".
Todos los días, yo hacía que mis alumnos memorizaran una
cita de un gran pensador. Al pasar lista, empezaba una cita.
Para figurar como presente, se suponía que el alumno debía completarla.
- Alice Adams. "El único fracaso consiste...
- ...en no seguir intentando. Presente señor Schlatter.
Así, para fin de año, mis jóvenes pupilos habían memorizado
ciento cincuenta grandes pensamientos.
"Si crees que puedes o si crees que no puedes;
de las dos maneras tienes razón".
"Si puedes ver los obstáculos, significa que apartaste los ojos de la meta".
"Un cínico es alguien que conoce el precio de todo y no sabe el valor de nada".
Y, naturalmente: "Si puedes concebirlo y creerlo,
puedes lograrlo", de Napoleón Hill.
Nadie se quejaba de la rutina diaria como Adrian... Hasta
el día que fue expulsado y perdí contacto con él durante cinco años.
Un día pasó por el colegio. Estaba en un programa especial
en uno de los institutos de formación profesional de los
alrededores y acababa de salir en libertad condicional.
Me contó que, después de haber estado en la cárcel de menores
y de haber sido expulsado de la División Juvenil de California
por su mala conducta, se sentía tan disgustado consigo mismo
que había tomado unas hojas de afeitar y se había cortado las venas.
_¿Y sabe lo que pasó, señor Schlatter? Acostado ahí en el suelo
mientras se me iba la vida, recordé de pronto aquella cita
tonta que un día usted me hizo escribir veinte veces:
"El único fracaso consiste en no seguir intentando".
En ese momento me di cuenta. Mientras siguiera vivo, no era
un fracaso, pero si me dejaba morir, casi con seguridad
moriría siendo un fracaso. Entonces, con la fuerza que
me quedaba, pedí ayuda y empecé una nueva vida.
En el momento que la oyó, la cita era un guijarro.
Cuando necesitó dirección en un momento
de crisis, se convirtió en diamante.
Por eso les digo: junten todos los guijarros que puedan y
podrán contar con un futuro lleno de diamantes".
(Miguel Ángel Arcel)
|