Oda a la vida
La noche entera con un hacha me ha golpeado el dolor,
pero el sueño pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo te levanto, vida, sobre mis hombros.
Oh vida, copa clara, de pronto te llenas de agua sucia,
de vino muerto, de agonía,
de pérdidas, de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen que ese color de infierno guardarás para siempre.
No es cierto.
Pasa una noche lenta, pasa un solo minuto y todo cambia.
Se llena de transparencia la copa de la vida.
El trabajo espacioso nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.
Vida, los pobres poetas te creyeron amarga, no salieron contigo de la cama,
con el viento del mundo.
Recibieron los golpes sin buscarte, se barrenaron un agujero negro y fueron
sumergiéndose en el luto de un pozo solitario.
No es verdad, vida, eres bella como la que yo amo
y entre los senos tienes olor a menta.
Vida, eres una máquina plena, felicidad, sonido de tormenta,
ternura de aceite delicado.
Vida, eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes transformada en racimo.
El que de ti reniega que espere un minuto, una noche,
un año corto o largo, que salga de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague a la desdicha,
que la rechace dándole forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha y se haga con ella pantalones.
La vida nos espera a todos los que amamos el salvaje olor a mar
y menta que tiene entre los senos.
Autor: Pablo Neruda