En 1923, Charles Fillmore dijo: “Se acerca el momento en que todos necesitaremos unificar la mente”. Ese momento ya está aquí. Nunca ha sido más importante ofrecer amor y compasión, sabiendo que todos somos uno en espíritu.

No es suficiente orar por unidad y paz. Debo practicar mi compromiso con la paz con cada pensamiento, palabra y acción. De ese modo, irradio armonía y apoyo la unidad en el mundo.

Hoy, en el cumpleaños del Sr. Fillmore, honro su voluntad de compartir lo que él aprendió y enseñó en un espíritu de unidad. Yo también comparto mi espíritu gozoso. No existe límite para lo que una persona puede hacer para crear unidad en el mundo.

Así como un río fluye a través de rápidos y meandros tranquilos, el subir y bajar de la marea de mi vida varía con el tiempo. Cuando la corriente es rápida y la marea turbulenta, tal vez mi impulso sea aferrarme a lo conocido. Mas la inteligencia infinita guía todos mis pensamientos, palabras y acciones. Yo soy inspirado a dejar ir cualquier temor que pueda estar deteniéndome. Yo soy inspirado a permitir que el amor guíe el camino según el fluir de mi vida sigue su curso.

Al dejar ir y dejar a Dios actuar, posibilidades nuevas y emocionantes son reveladas. La oración restaura mi vínculo divino. Reclamo osadamente mis bendiciones. Descanso en la conciencia de que yo soy uno con la presencia de Dios —toda suficiencia y provisión.

Winston Churchill dijo: “Un pesimista ve la dificultad en toda oportunidad; un optimista ve la oportunidad en toda dificultad”. Cada día elijo entre los dos. Si creo que la vida es dura y la gente está en contra mía, encontraré evidencia por todas partes. Mas si creo que cada reto conlleva una bendición, entonces encontraré el bien incluso en las situaciones desafiantes.

Experimentar pérdida puede llevarnos a un aprecio más profundo de los regalos que todavía tenemos. Lograr lo que pensábamos que no podíamos puede profundizar nuestra fe a niveles nuevos y emocionantes. Elijo ver lo Divino en acción en toda área de mi vida. Gracias al lente de la oportunidad, y al permanecer afianzado en Dios, ¡creo que todas las cosas buenas son posibles!

Ya no me siento culpable por desear más en mi vida, ahora que comprendo que la abundancia ya es mía. Vivimos en el campo de la abundancia de Dios. Aprecio el presente, dando gracias por todo lo que tengo en este momento, luego observo cómo mis bendiciones se multiplican.

No existen límites para lo que se me permite desear. Gracias a mi naturaleza divina, doy vida a mis deseos. Dejo ir cualquier creencia de limitación o temores que me puedan retener y me regocijo al comprender el poder creativo de mis pensamientos y sentimientos.

La vida no necesita ser difícil. La provisión abundante de los recursos del Espíritu está a mi disposición. Estoy receptivo a recibir las esperanzas y los sueños más grandes de mi alma.