Tratar a los demás con amor y bondad es un precepto de muchas religiones y creencias. Los maestros espirituales han enseñado la importancia del amor y la compasión por los demás, aun por quienes tienen una manera de pensar diferente u opuesta. Jesús dijo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Expreso amor por los demás mediante la oración. Los mantengo en pensamientos afables y positivos a medida que afirmo su vínculo con Dios y visualizo el desarrollo de su mayor bien. No juzgo comportamientos pasados ni anticipo resultados futuros. Por el contrario, confío en que el orden divino obra y obrará en sus vidas siempre. Oro por otros con compasión y expreso amor incondicional.

Hago de mi vida espiritual una prioridad: leo, estudio, oro,  medito y formo parte de una comunidad espiritual. Mas mi desarrollo espiritual no tiene mucho valor a menos que ponga en acción mi comprensión. Así que busco maneras de servir.

Cualquier acto de bondad es una forma de servicio: ofrecerme de voluntario, ayudar a mi vecino, cederle el puesto a una persona en la fila del supermercado o servir de mentor. Ofrecer ayuda puede conllevar proveer cuidados a tiempo completo o algo tan sencillo como escuchar. Todo lo que haga para mejorar la vida de alguien es servicio, y veo oportunidades para ofrecer apoyo tan pronto como las busco. El servicio es una práctica espiritual.

Dios, ¡dame fortaleza! ¿Cuántas veces he dicho esto, a menudo con desesperación? Hoy, al buscar fortaleza para hacer todo lo que tengo que hacer, me dirijo a mi interior, me alineo con la fortaleza y el poder de Dios que siempre está en mí. En este momento callado, recuerdo la verdad: la fortaleza es parte de mi constitución divina. ¡Yo soy fuerte de manera innata!

Si olvido momentáneamente esta verdad, doy un paso atrás y respiro profundamente. Tomar un momento para tener presente mi naturaleza divina, Dios en mí, me permite abordar la situación con plena conciencia de mi fortaleza. Manejo cualquier experiencia con éxito. Afirmo paz y comprensión en cada situación.