Gratitud a todas las emociones, a todas y cada una, gracias a la alegría que alimenta el alma, gracias a la tristeza que se adentra en lo más hondo, gracias la ternura que le da sentido a mi humanidad, gracias a la rabia que nos hace levantarnos y rebelarnos, gracias a la fragilidad que me lleva a la fortaleza, gracias al enojo que me cuida de lo que no me cuida, gracias a la nostalgia que me recuerda de dónde vengo, gracias a la Esperanza que me indica hacia dónde debo ir. Gracias al miedo que me recuerda que soy Amor. Gracias al Amor que todo lo cura. Sentir todo, absolutamente todo, hasta lo más invisible, hasta lo más efímero, hasta la raíz más profunda de la cicatriz. Que no quede ni un solo poro de la piel por erizarse, que no quede ni una lágrima por llorarse, que no quede ninguna injusticia por gritarse, que no quede ni una risa por estallar, que no quede un solo instante sin amar, con todas las heridas, con toda la esperanza, con todo el dolor y sufrimiento, con toda la pasión y rebeldía, no negar ninguna emoción, nunca callarlas en mí, dejarlas que me traspasen, ser su canal y su viaje, porque toda emoción silenciada se enquista en el alma y se transforma en sombra. No silenciar nunca a la piel cuando se eriza, no callar nunca lo que los ojos gritan. Sentir la inocencia que me hace niña, sentir la nostalgia que me hace anciana, sentir el Amor que me hace eterna. Sentir que estoy sintiendo, que dentro me giran todas las estaciones, todas las lunas y todos los soles al compás de mis emociones. Sentir el agua correr por mis venas y el fuego transformar en mí todo lo inerte, sentir la brisa suave y el huracán, el hielo y el volcán, con todo el corazón, con todo el coraje y todo el aliento, con toda mi locura, y todas mis rarezas que me inundan el alma de Poesía a cada latido, sintiendo cada uno de los instantes que la vida me regala a flor de piel, a semilla del viento. Sentir que estoy tan viva que nadie más que la muerte podrá evitarlo.
Ada Luz Márquez
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