PULSO DE AMOR
Iba convaleciente de una herida de amor en el costado; iba casi inconsciente cuando te vi a mi lado y hasta el pulso por ti se me ha parado...
Buscaba mi cintura un brazo que de noche la ciñera, ansiaba con locura, un labio que se uniera a mi boca cansada por la espera...
Buscaba un hombro amigo en donde reposar la madrugada y un tibio olor a trigo, una mano apretada y el divino calor de una mirada.
Estaba tan vacía, tan harta de soñar y tan sin sueño, tan lejana y tan fría, tan libre y tan sin dueño, que tan sólo morir era mi empeño...
Por lo cual, asombrada, me quedé contemplando al mediodía tu figura delgada, tu süave armonía y tu casi perfecta geometría.
Alegres nos miramos en la tarde morada de violetas y después caminamos por plazas recoletas salpicadas de rejas y macetas.
Y de noche temblando, perdida entre la niebla de tu viento, me bebí suspirando la menta de tu aliento, en un beso apretado, dulce y lento...
¡Qué espesa la saliva!... ¡Qué lejano el rüido de la calle!... Y el labio como iba -mariposa en el valle de la espalda- ... buscando el fino talle...
Se desbocó en mi frente el pulso como un perro malherido y paralelamente, te sentí, en un gemido, doblarte en mi garganta sin rüido.
Y después... la almohada, pesarosa del rizo y la postura y la sábana helada, -mortaja de blancura- plisándose sin voz a mi cintura.
Rafael de León
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