Hoy
andaba casi a tientas
entre mi oscuridad
(a plena luz del día)
montando un devaneo
fútil e inconducente,
cuando me di a mirar
el rostro de la gente.
Que tristeza profunda!
Qué feroz desconcierto!
Me recordó otros tiempos,
me trasladó a otras tierras
que sufrieron la guerra
fatal, sin atenuantes.
Encontré las miradas
de la desesperanza,
voluntades quebradas
carentes de sosiego.
Pensé que todo esto
es obra de unos pocos,
que marcan nuestro estigma,
soberbios, a su antojo.
Duele ser agorero
cuando parte tu eres:
no me siento tranquilo
en este itinerario,
ni quiero formar parte
de un fatal comentario.