Una palabra, un gesto, una imagen,
una nota perdida en el espacio,
una risa, una flor... , cualquier detalle
revive en mí rescoldos del pasado.
Un nubarrón de penas y agonías
ensombrece la luz de la mañana,
un velo rojo y negro a la deriva
atraviesa el cristal de mi atalaya.
Se derrumba el castillo de mis sueños
por el temblor helado de la muerte;
vieja angustia se instala en mi universo
con vómitos de hiel en cuerpo y mente.
Ya no puedo vivir igual la vida,
me han mutilado a espada en el camino,
el fuego de mi amor es hoy ceniza
y la risa inicial es un gemido.
No logro contemplar la amanecida,
ni las rosas, ni el mar, ni las palomas,
me ciegan las heridas, los estigmas
que con hierro grabó la aciaga sombra.
Quiero olvidar los trágicos instantes,
no remover recónditas esquirlas,
mitigar un dolor que ya no cabe
en el alma embotada, enloquecida.
Pero un gesto, una ráfaga, una nota...
maléfico espejismo del pasado,
me inunda de un recuerdo que me ahoga
¡y no quiero!, ¡no quiero recordarlo!.