“Cuantas veces queremos darnos pero…con precaución; Nos falta la generosa audacia de entregarse,
única manera de manifestar la dignidad humana Y la total posesión de sí mismo » Missel dominical de l’Assemblée.
Desde nuestras familias nos hemos acostumbrado al rostro de este hombre llamado por
San Lucas, José de Nazaret y en esa educación nos era fácil reconocerlo en nuestras comunidades o
en medio de la Iglesia de Dios.
Generalmente conocible porque se le representa como una
persona de edad (que hemos heredado de los evangelios apócrifos) teniendo en sus manos el Niño,
a veces junto a María, esposa y madre.
Demasiado poco para que se pueda percibir su lugar en la Historia de la Salvación,
demasiado poco para que nuestras consciencias puedan ser interpeladas con ocasión de su fiesta.
Pero la Iglesia lo considera como patrón, nuestras comunidades lo han acogido como modelo de vida interior
y de protector silencioso de cuántos se encaminan hacia el sacerdocio o hacia la vida consagrada.
Los cristianos de nuestros pueblos ven siempre en él un amigo
que parece estarles cercano en todos aquellos momentos difíciles que la vida puede reservarnos.
1.- José el hombre del silencio:
Los evangelistas parecen darle solo el espacio estrictamente necesario como una pequeña estrella
delante del sol. Su puesto era claro, ser el padre legal,
putativo de Jesús, ofreciendo así ese marco humano al misterio de la Encarnación.
EL SIGUE el sucederse de los acontecimientos pero debe callarse no obstante
la angustia que atraviesa su corazón.
El piensa que debe abandonar silenciosamente la mujer que ama pero acoge
lo que el ángel le pide de aquietar su corazón y proseguir su ruta.
Cuando el Nino permanece en el templo es María la que interviene
y habla pero el atento comparte con María la angustia del hogar como compartirá
con ella la dificultad de comprender el sentido
de lo que el Hijo les dice de « ocuparse en los asuntos de su Padre” (Lucas 2,42-51).
El permanece en silencio, pero no inactivo. Esta ahí presente cubriendo con su persona la misión de
la madre y el espacio de crecimiento del Hijo.
Así vive su protagonismo en la historia silenciosa del amor de Dios.
Se burlaron de él por ser un carpintero, profesión mal vista en la época de Jesús,
pero acoge con silencio su desprecio, para respetar el silencio
del Hijo que nada dijo cuando se le insultó de la misma forma.
José sabe muy bien que « las cosas importantes nacen y
crecen a la sombra del silencio ».
También el Hijo se retirará tantas veces para encontrarse a solas con Dios, dice Lucas.
2.- José el hombre que se compromete en totalidad:
Los encuentros que durante sueños hace el mundo sobrenatural con José han debido ayudarle
a percibir mejor por donde quería Dios conducir su camino.
José, cuyo nombre significa «
(Que) Dios aumenta, añade » debía sin duda percibir que Dios
añadía a su vida nuevos desafíos sin que el supiera con mucha
claridad hacia donde podrían conducirlo, pero sí podía saber por su educación como
auténtico pobre de Yahvé, que si Dios “aumenta la carga también aumenta la gracia”. El salmo de la Eucaristía de la fiesta nos orienta en esa perspectiva: « Cantaré por siempre el amor del Señor Anunciaré tu lealtad de edad en edad…
Una alianza pacté con mi elegido...he fundado una estirpe para siempre, He erigido tu trono de edad en edad…
No retiraré mi amor, no fallaré en mi lealtad » Sl 89(88)
Los creyentes que se acercan más íntimamente al mundo de Dios.
Saben muy bien que Dios es fiel, y que al pedirnos de caminar
en sus sendas y serle fieles, su amor se compromete y su alianza
permanece siempre.
Es Dios quien acostumbra ser el primero en dar el paso y comprometerse cuando
le queremos responder y comprometernos con El.
3.- San José un de nuestros padres en la fe que nos enseña a comprometernos
con Dios sin reticencias :
El evangelio dice que Jesús regresando a Nazaret después de haberse quedado en el templo
« les estaba sometido », a María y José.
Pero hay otra sumisión de la cual no se habla, aquella de José a los designios de Dios.
No ser enteramente libre en sus planes como José,
no será nunca fácil en la vida humana.
Deber esperar una manifestación divina para acoger al Hijo…
por partir en Egipto o esperar hasta que el contexto político
se aquietara y poder realizar el regreso a Jerusalén,
guardar como María las palabras de Jesús en su corazón y
rumiarlas silenciosamente no son rasgos muy
comunes en nuestra vida de hoy.
Aun habiendo dado la vida a Dios como lo decimos, tantos espacios nos en
donde imprimir las huellas de nuestra propia autonomía,
sin que lo sobrenatural, lo que viene de Dios tenga mucho que decirnos…
o sencillamente sin que queramos mucho escucharlo.
Comprometernos « con precaución…darse pero con gran precaución »
es con frecuencia en nuestra vida una característica