Te conozco desde el punto de vista más desenfocado: el del amor. No sé muy bien si de verdad me quieres o es sólo que estás a gusto a mi lado. No lo sé. Al igual que desconozco si son ciertos los besos que me das o la única verdad son tus mentiras - como saben a azúcar me las trago -. No me has mostrado ni una sola vez el color de las pupilas vacías, pero yo, como soy tonto, me lo creo, y me las imagino azul celeste, con nubes dibujadas en el centro. ¡Qué torpeza la mía! Por más que me dijeron que hay que ver para creer, sólo escucho tu voz, que se cuela traviesa en mis oídos arañando mis tímpanos delgados, y llenando las trompas de mentiras. ¡Y todo me da igual! Porque sé algo que nadie más sabe, sé que me quieres con la gris dulzura de tu corazón grisáceo, bien envuelto en su gris pleura de engaños. Por eso ¿qué más da lo que me digan? Nunca nadie, con sus muchas verdades, me sacará de todas tus mentiras.
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