El poeta es el prestidigitador del alma. Y en su pluma la varita mágica hace brillar. Sus letras son un manantial que se desborda. Y que ninguna compuerta puede frenar. Elabora en su mente por las noches, lo que a la mañana le hace madrugar. Quitándole horas al sueño ganado, pues nada más le ha de importar. Sólo necesita un pétalo de hoja para su obra cristalizar. Se mecen las letras con su ritmo cardíaco. Transformándose en danza espectacular. Se rozan sus dedos, se besan, se encogen, en una dupla sensual. Pasión y sentimiento destila por los poros. El poeta en su entrega es incondicional. Escribe lo que siente, y siente lo que escribe. Ama lo que hace de manera demencial. De pronto se le entibia la mirada que recorre los versos que nacieron y ya vieron la luz. Se quiebra su silencio y el murmullo se hace canto, Se aquietan sus oídos para escuchar su voz. Son notas explayadas por ríos de nostalgias, de seres que se han ido, de hijos que no están. De amores que no han sido, de sueños por soñar. La mente se transforma en un cofre de recuerdos, que en el fondo de su alma volverán a descansar, pero el poeta ha sembrado en el surco esta mañana las letras que abonadas, un día florecerán.
Libia Beatriz Carciofetti
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