Sólo somos lo que hemos ido dejando atrás,
en el camino,
aquellos zapatos viejos, el primer reloj,
esa entrañable bicicleta,
el llanto por aquella canción que reflejaba
-según pensábamos- nuestro desamor,
porque toda pérdida nos reconstruye,
acaso sólo somos eso,
es decir,
pura pérdida que nos va edificando
nuestras maneras,
y que no es otra cosa que ir fabricando
nuestra mirada,
o quizás -y mejor dicho-
la mirada de los otros, de quienes nos miran,
y en la que nos reconocemos torpemente,
porque nunca somos yo y nada más,
sino que somos yo entre los otros,
los que nos afirman, nos reafirman
y nos confirman,
es cierto,
yo sólo soy yo, me digo,
pero mi mundo no sólo tiene un baobab
o una rosa enjaulada,
en estos momentos quiero salir a la calle
y sentir que estoy viviendo,
pensar que no me marchito,
que me dejo llevar para encontrarme,
acaso en una mirada en escorzo, en una sonrisa esquiva
o en un adiós o un hasta luego,
qué más da,
si en el fondo sólo somos pura pérdida
que ha de encontrarse a cada estación,
en cada aliento que nos mira,
ahora sé que somos todas nuestras pérdidas,
aquel vino en la madrugada,
nuestros bailes desaforados sin miserias,
esos besos que tantas veces nos dimos,
aquel amor para siempre que acabó muriendo
de pena y de costumbre,
porque eso es lo que somos:
mera conciencia deshilachada,
simple reflejo aparente...