Hablando con una amiga en estos días, me hizo saber que se sentía desanimada, y sin ganas de seguir hacia adelante. Estaba estancada en su vida.
Y es que a veces parece que nos caen las siete plagas de Egipto todas juntas (que me entero que fueron diez)…
No es fácil lidiar con un matrimonio que se está derrumbando a pedazos, con un hijo adolescente rebelde, con la falta de un empleo, con el consiguiente deterioro de la situación económica, y con el sentirse que no tenemos nada que ofrecer al mundo.
Y es que todos, detalles más o detalles menos, nos hemos sentido así.
Hay una frase en Venezuela que más o menos dice: “ahora lo que falta es que me orine un perro”…
Pero por sobre todas las cosas, cuando tenemos hijos se nos hace más fácil encontrar razones para salir hacia adelante.
A veces caemos, siempre lo he dicho, y debemos de levantarnos.
No quisiéramos que nuestros hijos nos vean en el piso por el resto de nuestra vida. ¿Ese es el ejemplo que le vamos a dejar? ¿Así es que queremos que nos recuerden?
¡Pues NO!
Enseñémosle a nuestros hijos que podemos caer, pero que no nos quedamos en el piso. Que levantamos la cabeza, agarramos impulso, y nos levantamos de nuevo.
Así, cuando veamos a nuestros hijos en el piso, ¿qué les vamos a decir? Quédate en el piso Hijo(a), Levantarse cuesta y duele. Mejor quédate abajo…
Por eso, cada vez que veo que voy a caer, de inmediato pienso en mis hijos, y cual boya, me saca de una vez a flote… Claro, no voy a decir que el efecto es instantáneo, pero si hace efecto rápido…
Ajá, pero ¿y si no tienen hijos? Pues tendrán padres, tendrán hermanos(as), ahijados(as), primos(as), compadres o comadres, amigos(as), y cualquier cantidad de personas que no queremos que nos vean en el suelo.
Búsquense una boya. Yo tengo la mía (y de a dos)…
Luis Castellanos